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Los sonidos del paisaje

Patricio Jara comenta «Solar», el más reciente disco de Crisálida.

La apuesta es evidente: no por nada Crisálida eligió la ilustración de un cóndor elevándose para el arte de tapa de su nueva entrega. Solar, editado por el sello francés Musea, propone un viaje sonoro por la geografía de nuestro país. Así de simple, y así también de complejo. Pero ellos saben. Son una banda con oficio y si este álbum tuvo un proceso de dos años es porque la búsqueda, suponemos, no fue fácil.

De extremo a extremo, y al rescate de aquellos elementos étnicos y culturales que nos caracterizan, Crisálida construye una bitácora cargada de matices y colores en un álbum de nueve temas parejos y con una matriz común: las atmósferas y las emociones generadas a partir del paisaje.

Crisálida es una banda que siempre ha transitado por los caminos del progresivo, pero no necesariamente en busca de “los más altos estándares”. No, no lo necesitan. No hacen piruetas. Lo suyo más bien es la elaboración de conceptos, a veces complejos, a veces diáfanos, en los que se hace presente una estética que se atreve a mezclar. Lo hicieron así con su anterior disco, el vigoroso Raco (2009), y aunque las diferencias son evidentes (Solar es más pausado, más masticado) de todas forma mantienen el feeling y la chispa. Temas como “Araucana”, “Bajo tierra” y “Mitos” poseen esa extraña mezcla de peso y delicadeza que los ha hecho reconocibles desde Contacto, su primer EP de 1998.

Es, al final, el talento desplegado en la construcción armoniosa que elaboran Rodrigo Sánchez (batería), Javier Sepúlveda (guitarra), Mauricio Olivares (teclados) y Rodrigo Castro (bajo). A ésta, por cierto, se suma la voz imponente de Cinthia Santibáñez, dueña de un registro que no decae ni pierde color. Por el contrario, como pocas veces en este estilo, su aporte no termina devorado por el magma sónico. Muy por el contrario: ella parece empujar la música hacia arriba, siempre hacia arriba.

Crisálida es una banda con un piso seguro, con un prestigio incuestionable avalado en la calidad de sus músicos. Pero aquello, por suerte, es apenas el comienzo: desde allí parten y logran pasar al otro lado, y ese otro lado no es otra cosa que el buen rock, la buena música sin apellidos que es capaz de ir en busca del paisaje.

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