Mil novecientos ochenta y siete fue el año de Pentagram. Además del hito que marcó el 7 pulgadas editado por el sello suizo Chainsaw Murder Records con los temas “Fatal Predictions” y “Demoniac Possession” (hoy convertido en una invaluable pieza de colección: lo ofrecen a cien mil pesos en sitios de reventa en internet), también fue en ese año, y en estas mismas fechas, cuando la banda comenzó a promover uno los demos más influyentes en la incipiente historia del death metal sudamericano y, para muchos, del death metal mundial.
“The Malefice”, “Profaner” y “Temple of Perdition” muestran de la potencia creativa que entonces distinguía a la banda. Temas largos, complejos y con buenas ideas a pesar de las limitaciones logísticas y técnicas; y a pesar, también, de la compleja relación que la banda tenía con algunos sectores de la escena local. Fue un paso importante, y esa madurez creativa incluía también dejar los seudónimos old school como “Azazel” o “Behemoth” y en cambio figurar en los créditos con sus nombres de pila.
Son 25 años de aquella grabación distribuida en casetes Sony de 46, aquellos transparentes a los que se podía añadir una franja adhesiva. El demo costaba 600 pesos y si bien no hay certezas de cuántos vendieron, demoró muy poco en circular de Arica a Punta Arenas. La carátula fotocopiada del cráneo pulverizado (hecha por Fernando Mujica, el mismo autor de la ilustración del single), se reproducía una y otra vez sin que nadie pudiera saber con certeza cuál era la original y cuál era la copia. Porque en esos años todo era en fotocopia. Y en esos años, de algún modo, todo también era original.
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