La historia suele ser categórica con ciertos sucesos y sus protagonistas. Luca Prodan, el alma de Sumo, cantó un día en Viña. Fue el 21 de febrero de 1987. Esa tarde noche compartió escenario con Upa!, Aparato Raro y GIT. Era el primer concierto de integración de bandas chilenas y argentinas, en pleno boom del rock latino. El 22 de diciembre de ese mismo año falleció víctima de una sobredosis.
Radio Concierto introdujo a Sumo en 1985 en su programa “Argentina Rock”. Lalo Mir, conductor de mil batallas periodísticas en Buenos Aires, definía a la banda como lo más “irreverente y ácido” de la movida rockera porteña. Tenía razón. Eran distintos. Sonaban distinto a todo lo dulzón del pop trasandino.
Luca Prodan estudió en Escocia, en un tradicional colegio donde fue compañero del Príncipe Carlos. Luego de unos años, se escapó del establecimiento para recorrer Europa. Su primer grupo de trascendencia fue The New Clear Heads, formado en Londres en la década de los ’70. Ahí fue testigo privilegiado del surgimiento y apogeo del punk y también de lo más refinado de la naciente new wave.
Cruzando el Atlántico se instaló en Córdoba. Ahí formó Sumo. Quería cambiar radicalmente el sonido de la época. “Divididos por la felicidad”, “Llegando los monos” y “After chabón” son fruto de ese desafío.
Han pasado 25 años. Un paro cardiaco a causa de la hemorragia interna provocada por la cirrosis resume la vida de excesos que Luca Prodan quiso para sí. Ya lo decía Germán Daffunchio, guitarrista de la banda, cuando aseguraba que sus compañeros no se perdonaban hasta hoy no haber podido hacer nada para evitar su autodestrucción.
Y es que Sumo nació y murió con el pelado Prodan. Había pasado un año exacto del encierro en los Estudios Panda de Buenos Aires para grabar el álbum que los llevó a Chile por primera y única vez. A la postre, fue el último en la discografía de Sumo: “After chabón”. Aunque ese tercer disco fue su preferido, el proceso no estuvo exento de problemas. Ahí está el resumen de sus 34 años: peleó en el estudio, armó pataletas y sus compañeros de banda sólo lo utilizaron en las partes en donde el cantante era imprescindible. El italiano, amante del punk y el reggae, en ese momento rendido a una botella de ginebra diaria, errático y consumido, era consciente de su decadencia y la pérdida de liderazgo en Sumo. Raquítico, tambaleante, sucio y desprolijo -qué diría Pappo- insultaba en perfecto italiano a sus socios: “¡Vaffanculo!”.
Germán Daffunchio casi se electrocuta con Diego Arnedo. Luca Prodan reía y reía, aferrado a una botella de pisco, compañera ocasional a falta de ginebra. En medio de su borrachera le dijo a Lalo Mir que no importaba la pérdida del “seteo” de la banda. “Toquemos así”, exclamó. Y así fue. Sumo pasó por la Quinta Vergara. Los que verdaderamente estuvieron ahí hablan de una misa oficiada por Luca. Diez meses después sería una leyenda.
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