Una cosa es el lobby y otra cosa es la coima.
El lobby está legalizado en muchos países y es una práctica sustancial en democracia, incluso necesaria. Consiste en empresas o grupos de poder que dan a conocer, de manera transparente, sus posturas en el negocio y en la sociedad. Ponen en la mesa argumentos para que la clase política tome sus decisiones de manera informada y soberana.
Pero, algo muy distinto es cuando esos grupos de poder o empresas, de manera subterránea, pasan dinero a partidos políticos para sus campañas electorales o para sus centros de pensamiento.
La sospecha está instalada en el Congreso. Se ha llamado ley de isapres, ley de pesca y, ahora, ley de tabaco… Por una extraña razón, ha costado sacar adelante un proyecto que garantice los ambientes libres de humo. Según el diputado del PPD, el doctor Enrique Accorsi, existen presiones para que el proyecto no sea ley. “Acá claramente hay intereses creados, donde la salud de las personas no tiene la primera prioridad”, señaló. Y el propio ministro de Salud, Jaime Mañalich, ha dicho estar temeroso de que «el lado oscuro de la fuerza» termine por entrabar la ley antitabaco.
¿Habrá algún parlamentario o grupo de parlamentarios que hayan llegado al Congreso gracias a los dineros de las tabacaleras? Sería bueno saberlo y empezar a distinguir en nuestra democracia la diferencia que hay entre el lobby y la coima…