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Algo sobre los demos

demo
Patricio Jara se refiere a la importancia de las «demonstration tapes» en la tradición del metal.

En el underground, antes de los discos fueron los demos, los demonstration tapes; casetes grabados por bandas incipientes que circulaban y se vendían a los fans por decenas y, en algunos casos, hasta por miles. No por nada, muchas de las bandas que encabezan el cartel del próximo TMF construyeron su prestigio, justamente, gracias a grabaciones de este tipo.

Los demos eran el material más apetecido, donde muchas veces estaba lo realmente nuevo del género. Aunque ciertamente había de todo: desde producciones impecables, con carátula impresa (la gran mayoría no superaba la fotocopia), hasta simples ensayos grabados con una radio (los rehearsals) que si bien siempre han estado un peldaño más abajo, cuando se trataba de registros de bandas consagradas naturalmente adquirían el carácter de documento. Algo similar ocurre hasta hoy con los bootlegs, grabaciones no autorizadas de shows en vivo, editadas en compacto o vinilo, con diseño profesional y generalmente vendidas al mismo precio que un disco legítimo, cuando no un poco más. Uno de los más populares a fines de los ochenta fue Corpus Christi, registro del paso de Slayer por Texas en diciembre de 1987.

Hoy la industria del demo casi ha desaparecido. Las nuevas bandas promueven su trabajo en compactos con un nivel técnico evidentemente superior al de fines de los ochenta, cuando buena parte del material era grabado en 16 pistas.

Sebastián Puente es ingeniero en sonido, productor y dueño del estudio Audio Custom. Además es guitarrista de Nuclear. A Sebastián no deja de resultarle curioso lo que ocurrió con los demos en los comienzos de la escena metal en el mundo. “Hay un error en que estos trabajos se llamen demo, porque este no es más que un ensayo bien grabado para luego mostrarlo a productores y sellos que te llevan a un estudio. Lo que pasó en el metal es que el demo tomó el status de producción hecha y derecha, como casete original que corría de mano a mano. Lo he conversado largamente con algunos colegas y, si te das cuenta, son trabajos que están mezclados, masterizados, hechos de manera profesional y, por lo tanto, son promo tapes que preferentemente van orientados a los medios cuando la producción ya está hecha y de la que se muestra solo una parte”.

Cada vez que una revista publicaba un comentario sobre el demo de una banda, era casi un protocolo que el texto culminara con la dirección postal y el precio de venta. En Chile, habitualmente costaban entre 500 y 1.000 pesos; cinco dólares cuando se trataba del extranjero. El pago se hacía por giros postales o bien a través de cartas certificadas con billetes envueltos en papel calco (con la parte de carbón hacia fuera), para pasar la revisión del correo y que nada se perdiera en el camino.

En estos días es muy difícil que una banda joven viva la experiencia, por citar un caso, de Nihilist (posteriormente Entombed), que entre 1988 y 1989 grabó cuatro demos antes de su primer ál- bum, proceso fundamental para foguearse. “Las bandas invertían mucho tiempo en promover sus casetes mediante intercambio y así construirse una reputación”, acota el investigador Keith Kahn-Harris en su libro Extreme Metal, acerca del desarrollo del underground global. Para muchos, haber grabado un par de demos antes del disco, es como haber jugado un par de años en canchas de tierra. Absolutamente necesario.


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