Cuando me propusieron escribir sobre las cuatro décadas de «Artaud» de Pescado Rabioso, que en rigor es un disco solista de Luis Alberto Spinetta, asumí el riesgo de parecer demasiado hincha del Flaco y me hago cargo de la subjetividad que puedan tener las siguientes reflexiones.
Por lo mismo, hay discos que son el testimonio en carne viva de una búsqueda interior. Dentro del rock latinoamericano es difícil hallar, precisamente, un testimonio más puro, descarnado e inspirado de esa búsqueda que «Artaud».
En 1973, aún persistía la idea -consagrada por los Beatles con su «Sargent Pepper’s»…- de considerar el LP como una obra de arte (con excepción de algunas obras del rock progresivo). Y este disco es el equivalente spinettiano a bellas obras de arte, al momento en que el creador está en comunión con sus impulsos más íntimos a la vez que en pleno control de las herramientas de su arte.
Tengo la impresión de que en ningún otro lugar de una discografía extensa, diversa y plena de momentos brillantes podemos encontrar un Spinetta tan expuesto, íntimo y entregado al público y a su arte como en «Artaud».
Pues bien. «Artaud» muestra a Spinetta en estado puro, emocional y musical. Incluso la despojada instrumentación de trío (y el hecho de que Lennon haya recurrido a dos viejos amigos como Klaus Voormann y Ringo Starr para el bajo y la batería) guarda cierta similitud con la elegida por Luis Alberto con Black Amaya en batería y Osvaldo Frascino en bajo en los inicios de Pescado Rabioso.
Pese a que se firmó como su nombre lo indica, se trataba de un disco compuesto y escrito íntegramente por Spinetta. De eléctrico tenía poco. Acá lo que había era refinamiento puro y menos que en crudeza que en «Desatormentándonos» o «Pescado 2».
Artaud también posee su lado político-militante. Aparece en un momento de gran convulsión para la historia sudamericana a comienzos de los ’70 y de mucha violencia política. Comenzaban a instalarse las dictaduras apoyadas por Estados Unidos, anulando casi por completo la vigencia de los derechos humanos durante las dos décadas siguientes. Spinetta tenía cierta simpatía por el peronismo. En esa encrucijada histórico-cultural y personal aparece «Artaud». El músico relacionaba ese momento del país con la locura suicida de la poesía maldita y con el nihilismo rockero expresado en las drogas y la “promiscuidad sin sentido”.
En síntesis, Antonin Artaud nunca quiso que su obra fuera considerada literatura. Del mismo modo, «Artaud» nunca quiso ser un disco, sino un gesto de vanguardia y vaya que Luis Alberto Spinetta lo consiguió. Ya han pasado 40 años de esa locura cuerda.