Patricio Jara rinde homenaje al fallecido guitarrista de Slayer.
Quizás el mayor gesto que podamos hacer en memoria de Jeffery John Hanneman sería abrir los librillos de los discos (o mirar atentamente el sobre de los vinilos) y fijarnos en cuáles de todos los temas de Slayer fueron de su completa creación. Algo dije al respecto en esta misma columna, en noviembre del año pasado, a propósito de la última visita de la banda, de los 30 años que en diciembre se cumplen del Show no Mercy y, sobre todo, del futuro de Slayer considerando el estado de salud del músico en ese entonces.
Jeff Hanneman fue, lo sabemos, el gran motor del disco Reign in Blood (era el que más seguro estuvo, junto a Dave Lombardo, de la alianza con Rick Rubin y la necesidad de salir de Metal Blade). Su aporte específico al proceso creativo al que ha sido considerado en el The Top 500 Heavy Metal Albums, de Martin Popoff, como el tercer disco de metal de todos los tiempos, luego del Master of Puppets y The Number of the Beast, fue una cinta con 19 minutos de música que luego se sumó al material de Kerry King.
Lo que hubo al final, como ocurre con los grandes discos, fue una sola gran canción de 33 minutos grabada en dos pistas en un cassette sobre la cual trabajarían sumando los aportes de Araya y Lombardo.
Podemos decir muchas cosas sobre Jeff Hanneman, pero mejor sería rastrear dos libros fundamentales: The Bloody Reign of Slayer, de Joel McIver y la crónica de 150 páginas sobre la historia específica del Reign in Blood, escrita por D.X. Ferris, perteneciente a la serie 33 1/3, que cuenta la historia de los grandes discos de todos los tiempos en variados géneros.
Nada más que agregar. Nos pasó con Chuck Schuldiner y ahora con Hanneman. El rock del último tramo del siglo XX y el comienzo del actual no se entiende sin el aporte de creadores de su talla: hombres silenciosos capaces de hacer el mejor de los ruidos.
Hay harto que contar a los que vienen en camino.