MALDITO ROCK AND ROLL

Yes: el club del misticismo… los egos y la pelea (Primera Parte)

Equipo Futuro |

Ernesto Bustos repasa algunos conflictos de la interna de Yes en la previa del show del 28 de mayo.

En 1982, con 13 años, escuché por primera vez Close to the Edge. Quedé paralizado. No podía entender cómo cinco músicos eran capaces de crear un sonido tan exquisito y que, a esas alturas, ya hubieran transcurrido 10 años.

Una crónica de la revista juvenil “19”, aparecida en 1979, daba cuenta del regreso de Yes después de la grabación de Going for the One (1977). Ahí se explicaba claramente que la banda era uno de los pileres fundamentales del movimiento bautizado como rock progresivo inglés junto a Emerson, Lake & Palmer, Genesis y King Crimson. Claro, no entendía muy bien eso de lo progresivo. Pasarían unos años para comprender cabalmente la naturaleza del concepto, pero sí puse atención en el misticismo y la espiritualidad que Jon Anderson le transmitía a la banda, con sus túnicas y riguroso blanco.

Los vi en septiembre de 1994. No era la mejor versión de Yes, pero no me importó el pésimo sonido de la Estación Mapocho. Luego repetí la experiencia en noviembre de 2010 en el Caupolicán con Benoit David en los zapatos de Anderson y ahora pretendo repetirme el plato el próximo 28 de mayo.

Si se dan cuenta, Yes nunca llegó a Chile con su formación clásica. Podrán decir que eso fue hace 40 años, que el pasado es pasado, que Wakeman, Howe, Anderson y Squire no se soportan y un montón de etcéteras. Sin embargo, todo tiene una explicación y para eso habrá que remontarse a los orígenes. Ahí se encuentra la génesis de los desencuentros en la interna de la banda, algo que, en ningún caso, opaca la trayectoria, pero que les ha significado dividirse en dos facciones, por ejemplo, a fines de los ‘80. En síntesis, cuando se trata de egos musicales, todo puede suceder.

1.- Salidas de Peter Banks y Tony Kaye: ambos músicos fueron parte del Yes más primario y sus alejamientos respondieron a los requerimientos musicales, cada vez más exigentes, que pretendía la dupla Squire-Anderson. El guitarrista y el tecladista eran demasiado limitados para el tipo de música que Yes pretendía crear. Así de simple.

2.- La época de Bill Bruford y Rick Wakeman: el despido de Tony Kaye obedeció a una estrategia práctica. El tecladista siempre fue un férreo opositor al uso de sintetizadores y Rick Wakeman le entregaba a la banda eso y mucho más. En el caso del baterista, los roces con Chris Squire por su irresponsabilidad eran habituales. A eso habrá que sumar la tentadora oferta de Robert Fripp para que Bruford se integrara King Crimson y dejara Yes en pleno tour de Closet o the Edge.

3.- Entrada de Patrick Moraz (factor Wakeman): el paso del tecladista suizo por Yes tuvo como punto de partida y final el capricho de Rick Wakeman. Si la orientación mística-minimalista que había adoptado la banda con la edición de Tales From Topographic Oceans (1973) incomodó a Wakeman, su salida fue producto que se peleó con todo el grupo. Se pensó en Eddie Jobson (ex Roxy Music), Vangelis Papathanassiou (ex Aphrodite’s Child) y Jean Roussel (ex Atlantis y Cat Stevens). A la postre fue  Patrick Moraz quien se incorporó a Yes, otorgando un condimento de fusión a la banda dada su formación jazzística.


4.- Salida de Patrick Moraz (factor Wakeman II): luego que sus integrantes se aventuraron en solitario entre 1975 y 1977 después de la grabación de Relayer (1974), la banda se reúne para crear nuevo material. Los deseos de Rick Wakeman de concretar su regreso convencieron sin reparos a Jon Anderson, quien pidió sin rodeos a Moraz que dejara la agrupación.

5.- Hacia un nuevo Yes sin Anderson y Wakeman: Tormato (1978) fue un disco extraño para Yes y el que acentuó la pugna por el protagonismo musical en la banda: Anderson-Wakeman v/s Squire-Howe-White eran las facciones en permanente tensión. Los primeros querían monopolizar el sonido del grupo y los segundos, obvio, se oponían. Mientras la dupla uno había fijado residencia en Francia (arrancando de la alta tributación inglesa), la dupla dos se mantenía en la isla trabajando en canciones para el siguiente disco. Los temas que dieron vida a Drama (1980), como era de esperar, no fueron del gusto de Anderson y Wakeman. El recado que enviaron al resto del grupo a través del productor Roy Thomas Baker fue que no estaban disponibles para trabajar en ese “material tan pobre”. La historia continuará.

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