Cambiar o no cambiar…
En medio de los cuestionamientos a nuestro sistema legal, social, político o económico, Chile pareciera dividirse entre los que aseguran que no hay nada que cambiar y aquellos que consideran que el país está dentro de una camisa de fuerza que ya no le corresponde.
En esta paradoja clave de nuestro destino, escucharemos todo tipo de debates y, en realidad, esta tensión ha sido una constante de nuestra historia como República… Desde los albores en el siglo XIX, Chile ha luchado entre los pipiolos y vanguardistas que llevaron hacia adelante el carro de las reformas y los pelucones conservadores que estiman que no hay mejor receta que el statu quo y la estabilidad a toda costa.
Ahora, en este año 2013, tenemos una de esas encrucijadas que transforman nuestras presidenciales en una de las más atractivas e interesantes en décadas. Por primera vez, pareciera que el debate se pone a la altura de un nuevo milenio y que la sociedad empoderada está obligando a la clase política a cuestionarse sus propias estructuras. Y como en el siglo XIX, habrá un espíritu de cambio ansioso de mover las aguas hacia un cauce de mayor perspectiva y el temor de otros, que prefieren que el país siga siendo una laguna de bellos paisajes donde puedan chapotear los menos sin mayores oleajes…