Debo reconocer que el blues no es una de las músicas emparentadas con el rock que más admiro, pero siempre se las arregla para terminar en mi biblioteca de favoritos sean bandas o solistas. Directa o indirectamente, lo quiera o no, lo sepa o lo desconozca, el blues es un componente relevante para el surgimiento, desarrollo y evolución del rock y creo que esta es la primera columna de un músico asociado a ese género musical en “Maldito Rock & Roll”.
Me pasó con Led Zeppelin, con Cream, con los propios Stones, Free, Status Quo, Humble Pie, Gary Moore, Eric Clapton, Jeff Beck, Stevie Ray Vaughan, algo de Frank Zappa, John Mayall & the Bluesbreakers, los Yardbirds, Canned Heat, Janis Joplin, Johnny Winter, The J. Geils Band, el Chicago setentero en su momento, Steve Miller Band en sus inicios y claro, Jimi, el mismo Jimi Hendrix. Todos, de una u otra manera, siempre se emparentaron con el blues y yo, por desconocimiento o ignorancia, los escuchaba sin advertirlo cabalmente.
Entonces me pregunto ¿por qué nunca presté atención al blues si desde adolescente oía a Pappo, Joe Satriani, Steve Vai, a Manal, Pescado Rabioso, Almendra, los ZZ Top y tantos otros exponentes relacionadas con el género?
Bueno, Rory Gallagher, el irlandés más talentoso de la guitarra, ejemplo de sacrificio, pero tristemente olvidado por la música, es uno de esos casos que hoy quiero citar. El 14 de junio pasado se cumplieron 18 años de su muerte y no leía nada al respecto. Sé que es mucho pedir, lo tengo claro, y por eso me atrevo hoy a reivindicar su talento en esta tribuna.
A los 15 años ya era un músico profesional y a los 17 forma Taste, el trío blusero más eléctrico que haya escuchado, con excepción de Cream, claro está. Tras la recordada aparición en el festival Isle of Wight en 1970, Rory Gallagher desarmó la banda e inició una prolífica carrera en solitario. Bastaron un par de excelentes álbumes, Rory Gallagher (1971), Deuce (1971), Blueprint (1973) y Tatto (1973), para la consagración.
Y a nadie extraño, entonces, que gozando de esa popularidad, reforzada por los directos Live in Europe (1972) e Irish Tour (1974), los Rolling Stones lo hayan contactado para reemplazar a Mick Taylor, aunque en honor a la rigurosidad periodística no era el único candidato. La primera opción era Ron Wood, pero los propios Stones no deseaban generarle un problema a The Faces y por lo mismo también conversaron con Jeff Beck y Peter Frampton. El resto de la historia se conoce.
Pero volviendo al personaje que nos convoca, los ‘70 terminaron para Rory Gallagher con Against the grain (1975), Calling card (uno de sus discos más celebrados con producción de Roger Glover en 1976), Photo-Finish (1978) y Top Priority (1979).
Gloriosas interpretaciones en vivo, apreciables en Stage Struck (1980) y Jinx (1982), fueron los últimos registros presentados por el músico irlandés hasta que tras un largo silencio regresó a fines de los ‘80 con Defender (1988).
El consumo excesivo de alcohol empeoró la salud de Rory Gallagher. A esto se sumó la mezcla con fármacos que le recetaban los médicos para superar el miedo a los aviones. Se recuerda que en enero de 1995, durante un show en los países bajos, el músico salió a escena visiblemente enfermo. Esto obligó meses después a trasplantarle el hígado. Y aunque la operación resultó exitosa, una infección en los días posteriores terminó con su vida a los 46 años.
Una anécdota para reflejar lo que era Rory Gallagher sobre el escenario la entrega el ex Oasis, Noel Gallagher, cuando recordaba que el irlandés podía cambiar de cuerda sin dejar de tocar su Fender Statocaster Sunburst de 1961. Todo un maestro.