La primera vez que Possessed vino a Chile fue un desastre. A pesar de que muchos de quienes fuimos al teatro La Cúpula, en octubre de 2007, sabíamos que apenas quedaba Jeff Becerra de la formación original y se trataba más bien de un gesto de nostalgia, nadie esperaba que esa noche, a las sabidas limitaciones físicas que sufre desde 1989, cuando quedó en silla de ruedas luego de ser baleado en un asalto, Becerra le sumara un evidente estado de ebriedad. Fue un show penoso, rasca, de ésos que la única conclusión que dejan (sumando a unos brasileños que tocaron antes y decían ser Sarcofago) es que hay muertos a los que no vale la pena despertar.
Todos sabemos que Possessed se acabó en 1987, a poco de editado el notable EP The Eyes of Horror. Possessed se acabó porque cuando comenzaron eran unos niños (entre 14 y 16 años) y esos niños de pronto crecieron y tuvieron otros intereses dentro y fuera de la música. Que la cruz invertida de logo en la carátula del Seven Churches haya desaparecido de los siguientes discos fue una señal que pocos advirtieron en ese entonces, además de que en sus gustos no le hacían asco al hardcore punk ni a otros estilos menos militantes. Possessed es de San Francisco y si algo hay que esa ciudad le traspasa a sus músicos es la tolerancia. Y cuando quisieron sonar distintos no se compraron un nuevo pedal de efectos para las guitarras, sino que convencieron a Joe Satriani de que fuera su productor en la última vez que como banda entraron a un estudio de grabación.
Después de intento del guitarrista Mike Torao por levantar a la banda entre 1990 y 1993, periodo del que quedaron dos demos, hubo una larga pausa hasta 2007, cuando Jeff Becerra revivió el nombre para presentarse como Possessed en toda clase de escenarios, desde festivales de primer nivel hasta antros mohosos de diversas partes del mundo. En paralelo, asomaron abundantes reediciones del material de antaño (los álbumes clásicos, ensayos, rescates en vivo y otros habituales cachureos que nos venden como rarezas).
Por lo mismo, que Possessed sea una banda es algo que recién ahora puede afirmarse con propiedad: después de siete años vendiendo fritangas y viandas de ayer, hay noticias concretas de que Becerra, el gran sobreviviente, tiene nuevo material e incluso piensa en un nuevo disco.
Como sea, las tripas y el corazón a veces pueden más, y pese a todos los reparos que muchos podamos tener, el Club Kmasu se llenó para la segunda venida de los californianos. Possessed es un nombre que remite a las primeras bandas que escuchamos en la vida, a los primeros parches en la chaqueta y también a las primeras grandes bandas que vimos morir.
Esta vez vinieron a Chile como la penúltima estación de un tour sudamericano de nueve fechas en cinco países. Y vaya que hubo diferencias con la vez anterior. El show del sábado pasado estuvo a la altura de las expectativas. Pese a los insalvables problemas de sonido del comienzo, los músicos ofrecieron una actuación maciza que repasó lo esencial de sus tres discos. Hubo momentos de mucha intensidad, era que no, a la hora de los clásicos: “The Exorcist”, “Pentagram”, “Tribulation”, “My Belief” y “Death Metal”, todos siempre alentados por el incansable Emilio Márquez, uno de los mejores bateristas que ha pasado por Chile.
El Club Kmasú es un buen lugar para esta clase de conciertos y la productora, pese a que siempre corre el riesgo de ir a pérdida con esta clase de bandas, se aseguró de que todo estuviera en orden adentro y fuera del local. La fauna, por lo demás, fue bastante variada: desde cuarentones dedicados a escuchar en las filas del fondo, hasta muchos adolescentes metidos en el remolino y que no habían nacido cuando la banda publicó sus discos. Esa mezcla es saludable y, al final, es lo único que mantiene viva las cosas.
Por Patricio Jara
Fotos de Carla McKay