Editorial de Freddy Stock, martes 20 de agosto.
La siguiente historia es de un tipo que se llama Gary Sernovitz…
Gary Sernovitz tiene 40 años, es director gerente de una firma de inversión y autor de dos novelas. En una carta que envía al Wall Street Journal, Gary cuenta porqué decidió vivir sin teléfono celular. En realidad, porqué recién ahora se comprará uno porque su esposa se cambia a California y debe trabajar con ella a la distancia.
Sernovitz se opuso a la telefonía celular todos estos años por una decisión que llama “de identidad pública”.
“Durante las dos últimas décadas” –escribe- “he pasado 83% de mis horas de actividad disfrutando de la libertad de no poseer un celular, 5% sintiéndome petulante sobre esa decisión, 2% en situaciones en las que un teléfono hubiera sido tremendamente conveniente y 10% respondiendo a preguntas de incrédulos”.
La primera pregunta que le hacen a Sernovitz es la misma siempre: ¿Cómo hace su trabajo? Explica que sus colegas son muy tolerantes, que la empresa le tiene buenos sistemas de comunicación en el escritorio y que “cumplir con mis tareas diarias sin un teléfono inteligente no está más allá de las capacidades humanas. De hecho, la gente vivió así desde el alba de la civilización, por allá en 1992”.
Gary Sernovitz dice que su actitud ha sido en un intento de abrir más espacio al pensamiento. Pero ahora, por tener que comprarse un aparato de estos por primera vez, está asustado de perder gran parte de su identidad o de convertirse en la herramienta de esa herramienta llamada teléfono celular…