¿Es posible reunir más de cien mil personas venidas desde todo el mundo, entregarles buena entretención y servicios durante horas, instalarles hasta una rueda de Chicago para que vean a su artista desde las alturas, o permitirles atravesar en canopy a veinte metros de altura y de lado a lado la ciudad del rock mientras una banda como Metallica desata su show a pocos metros? Si, es posible.
¿Es posible vivir el Rock in Río, sentir una impagable descarga del más puro rock y salir ileso? Olvídenlo.
En el marco imponente de uno de los festivales más reputados del mundo, y con toda seguridad el más grande y espectacular de Latinoamérica, nos volvemos a reencontrar con Metallica, tras su último desembarco en Sudamérica a comienzos de 2010. Precedidos nada menos que por Alice in Chains (en una jornada que además incluyó, entre otros, a Ghost, Rob Zombie, Sebastian Bach y Sepultura), esta vez se hicieron esperar mas de lo anunciado en las papeletas de difusión.
Con un retraso de casi media hora, y tras la clásica intro «The Ecstasy of Gold» apareció en escena el cuarteto de San Francisco, encabezado por un semi calvo Lars Ulrich, Kirk «The Ripper» Hammett, Robert Trujillo y el ya cincuentón James Hetfield.
Abrieron los fuegos sin mucho preámbulo con «Hit the Lights», clásico primer tema de Kill ‘Em All, pegado de «Master of Puppets» y «Holier Than Thou», ganando por puntos en un inicio con algunos baches de ejecución muy menores, pero notorios al oído del buen fan, sembrando alguna duda sobre si la barrera de los cincuenta años ha hecho relativa mella en alguno de sus integrantes y en el motor de la que alguna vez, y por largo tiempo, fue considerada la banda de metal más grande del mundo.
La primera pausa es para saludar, y por las pantallas (dos laterales y una central de impactantes 20 metros de ancho) aparece la clásica e infaltable bandera chilena en el paneo a la multitud presente en la tibia noche carioca. Destacable la presencia de numerosos compatriotas que, sorteando las altas tarifas en los vuelos y hoteles, se arrimaron hasta la gigantesca explanada.
Continuaron «Harvester of Sorrow», «The Day That Never Comes» -en el único guiño al último disco, parte de un claro set para festivales- y una muy celebrada por la asistencia «The Memory Remains», manteniendo en esta fase interludios para los breves solos de Kirk y Robert en el bajo, en una trama que por los más fanáticos ya es ultra conocida y predecible. El sonido, a esta altura y como en toda la noche, no deja de sorprender por la potencia y claridad.
Al compás de «Wherever I May Roam», «Welcome Home (Sanitarium)» y «Sad But True», Hetfield aprovecha para agradecer y comentar que jamás pensó que en 32 años de carrera aún iban a ser headliners de un festival como Rock in Río. Muestra de hidalguía y sinceridad del jinete de las seis cuerdas.
Y cuando uno está por creer que esta versión 2013 de Metallica sintió el paso del tiempo y efectivamente ha dejado libre el cetro, una batería de canciones en línea impacta, conmueve y contagia. El cuarteto despacha sus mejores tiros, pensando en los fans y también en todo aquel que incluso por cortesía quiso quedarse hasta esa hora en la ciudad del rock. Porque la performance en esta fase del show de los cuatro jinetes del metal, no fue otra cosa sino una alta clase de como impactar de forma cerebral para los comunes, y al corazón para sus seguidores más acérrimos, que llegaron de lugares tan disímiles como Chile, Ecuador, Italia o Japón sólo para verlos. Es así como la mejor versión posible de «And Justice for All», además de «One», «For Whom the Bell Tolls», «Blackened», «Nothing Else Matters» y «Enter Sandman» arrasaron el gramado de la ciudad del rock. Sonido directo, ejecución al límite, jab directo al mentón, K.O. y a cobrar. Es la vigencia eterna de los elegidos.
Decir que, ya pasadas las dos de la mañana, el ambiente quemaba. Para el bis, llegaron «Creeping Death» y «Battery». ¿Fin del show? Para algunos que tomaron las vías de acceso, sí; para Metallica, aún quedaba un latido más, y previo juego con el público «entre que me quedo y me voy», en esos juegos propios y cercanos de Hetfield con el público, cumplieron el pedido popular cerrando con «Seek and Destroy», a las 02:45 de la madrugada. Dieciocho canciones y más de dos horas de show en el balance alegre, con un cierre iluminado por los fuegos artificiales para cerrar la noche de festival. Cuando los caminantes ya habían prácticamente despoblado la pista, Metallica regresaba para saludar por enésima vez y chocar sus puños con el corazón a esa legión de poleras negras que aún quedaba buscando alguna uñeta en el suelo, en una señal que la noche vivida por los de San Francisco fue realmente importante.
¿Es posible que Metallica tal vez nunca haya perdido la corona del todo y siga siendo la banda de metal mas grande del planeta a pesar de todo? Para los testigos de este arrasador show, de seguro la mayoría nos fuimos caminando por las húmedas y atestadas calles de la «cidade do rock» convencidos que la corona aún sigue intacta donde debe estar.
Fue Metallica. Una vez más, en Río de Janeiro, la ciudad del rock, donde «tudo ê possivel».
Set
The ecstasy of gold
Hit the lights
Master of puppets
Holier than thou
Harvester of sorrow
The day that never comes
The memory remains
Wherever I may roam
Welcome home (sanitarium)
Sad but true
And justice for all
One
For whom the bell tolls
Blackened
Nothing else matters
Enter sandman
BIS
Creeping death
Battery
Seek and destroy