Un par de ideas después de una semana triunfal.
Por Carlos Costas
Voy a escribir esto con la guata. No me pidan ser coherente. Trato de ordenar algunas ideas después del concierto de Iron Maiden y en realidad lo único que se me ocurre es confesar que experimento una extraña sensación de orgullo y satisfacción. No presumo de nada, ni pretendo representar a nadie. Soy parte de una generación que no abrazó grandes causas, ni ideales. Esa generación que vio cómo los mayores lucharon por recuperar la democracia y que muchos años después fue testigo de la movilización de miles de jóvenes por una educación digna y un modelo más justo. Nosotros no protagonizamos ninguna gesta. Nos criamos con Pinochet. Alucinar con Eddie, Ozzy y los discos de heavy metal era una manera de evadirnos de una realidad chata y aburrida.
Sospecho que uno de nuestros escasos aportes, sino el único, fue ser majaderos y empujar las cosas para que el rock pesado y el metal llegaran a ser esa expresión masiva y transversal que hoy todos los medios destacan. Una epopeya en la que participó mucha gente. Músicos, bandas, fanzines, programas de radio, revistas, sitios de internet, foros, bares, boliches, tocatas, disquerías y una suma de esfuerzos que finalmente desembocó en un fenómeno que sorprende y hoy cruza generaciones. En una semana pudimos ver a Black Sabbath, Slayer, Alice in Chains, Megadeth, Iron Maiden e incluso a una rareza como Ghost. Hoy nos parece algo normal. Nos acostumbramos a prender la radio y escuchar rock, pero no siempre fue así. Buscábamos esos programas especiales de la noche o fines de semana para grabarlos y escucharlos una y mil veces. Íbamos a la Casa de la Constitución, coleccionábamos revistas. La nostalgia es peligrosa y suele tendernos trampas. Ojalá que nunca terminemos hablando del rock como quien se refiere a Magallanes o a una pieza de museo. Esos pendejos que fueron a ver a Iron Maiden son el futuro!
Nosotros nos hicimos grandes en los años de la transición. Tuvimos que convivir con sueños que nunca fueron, con el “ni ahí” del Chino Ríos y la cultura del sálvate solo. Fuimos cómplices del ráscate con tus propias uñas y de una sociedad que intentó tapar con tarjetas de crédito y un consumismo desatado todas sus miserias y carencias. Nos creímos el cuento, nos endeudamos, nos alejamos de los verdaderos amigos, fuimos cobardes y cuando estuvimos tristes, solos o cesantes el rock siempre nos dio una mano.
En Chile hubo pioneros. Gente que abrió el camino. Pirincho es uno de ellos y por eso me animé a escribir un libro donde él me cuenta su historia. Pronto tendrán novedades de eso.
Vivo a pocas cuadras del Nacional y mientras termino de escribir estas líneas veo que las luces del estadio aún están encendidas. Cierro los ojos y vuelvo a ver a esa multitud iluminada por las bengalas y el fervor de una noche histórica. Salud por todos mis amigos y compañeros de generación que hicieron de Chile, un país de metaleros. Es todo lo que pudimos hacer.