El Premio Nóbel de Física fue para quienes dieron la explicación más iluminada que se ha hecho de Dios… El Nóbel se lo ganaron el físico escocés Peter Higgs y su colega belga François Englert, padres de la teoría del Bosón de Higgs, también llamado el eslabón que faltaba para comprender el origen de la parte visible del Universo, la partícula de Dios, la manera en cómo se crea todo lo visible desde los universos subatómicos.
La teoría era de la década de los sesenta, pero recién gracias al avance de la ciencia y puntalmente a los experimentos con el Gran Colisionador de Hadrones (LHC), lo que fue considerado una locura, una blasfemia, ahora es la manera científica de entender el origen de todo.
En sus agradecimientos, un emocionado Peter Higgs manifestó su esperanza de que este «reconocimiento de la ciencia fundamental» ayude a mejorar el «valor de la investigación teórica». El Nóbel para Higgs y Englert era uno de los más evidentes y esperados del mundo de la física. Uno que reconoce, finalmente, el triunfo del pensamiento esclarecido y del razonamiento, sobre la creencia o la simple superstición…