Debo reconocer que a Sepultura lo tenía bastante abandonado. Y cuando digo bastante no exagero en lo más mínimo. Desde Roots (1996) que no ponía «tanta atención» a un disco de estos brasileños. Por lo mismo, 17 años es tiempo suficiente para comprobar que aquí ha pasado de todo y The mediator between head and hands must be the heart es la prueba concreta de lo mucho que puede cambiar una banda para regresar al punto de partida y renacer como si el tiempo fuera un simple testigo de esos episodios.
The mediator between head and hands must be the heart es el título de la versión 2013 de Sepultura, la misma que nos muestra el debut del joven y talentoso baterista Eloy Casagrande y un intento legítimo y certero para redimirse con todos sus seguidores a quienes sus últimos estrenos no terminaban por hacer el click adecuado, esperando “siempre” el mejor disco de Sepultura.
El larguísimo titulo The mediator between the hands and the head must be the heart, viene a ser el mensaje principal del filme Metrópolis, aclamada por un amplio sector de la crítica especializada como una cinta de culto. Data de 1927, obra de Fritz Lang y puede considerarse como una de las primeras superproducciones del género de ciencia ficción en la historia del séptimo arte; muda, en blanco y negro, apabullante y opresiva como pocas.
Hecha la reseña, este nuevo intento de Sepultura no será el mejor disco de thrash ni el mejor disco que hace la banda liderada hoy por Andreas Kisser y Paulo Jr, los dos integrantes más antiguos que van quedando. Pero sí es un intento arriesgado por retomar su sello, el sello que Sepultura imprimió a su música desde los tiempos de Beneath the remains (1989) en adelante y que supo de grandes conquistas, cuyo punto más alto fue Chaos AD (1993).
Luego vino la diáspora. Primero fue Max y después Igor. Los hermanos Cavalera, el núcleo, el corazón de Sepultura, acababan fuera. La llegada de Derick Green en voz y la entrada y salida Jean Dolabella en la batería hasta llegar a Eloy Casagrande.
Vino Against (1998), Nation (2001), Roorback (2003), Dante XXI (2006), A-Lex (2009) y Kairos (2011). Todos fueron intentos, algunos más que otros, por mantener en alto la bandera del metal sudamericano a tope (y yo de ponerme al día con esos trabajos que en su momento poco escuché o, simplemente, ignoré). Sin embargo, ninguno alcanzó la calidad del Sepultura clásico que se aproxima en The mediator between…
Ejemplos como “Trauma Of War” o “The Vatican” quizás sean de las más rápidas y pesadas que hayan hecho desde la salida de Max Cavalera del grupo. En ambas hay claras referencias a Slayer. Ojo, no son los Sepultura de antaño, pero el esfuerzo se agradece. “Impending Doom”, una muestra a medio tiempo, nos traslada hasta la época “Roots”, pero sin trazos de nu-metal. «Tsunami» es una bofetada directa. No da respiro y proyecta angustia en sus riffs.
The mediator between… está disponible a partir de hoy en las disquerías. Quizás sea muy pronto para decirlo, pero este nuevo disco de Sepultura es lo mejor desde 1996. Es una pincelada de todos los intentos que la banda practicaba promediando los ’90 y entrado el nuevo siglo. Acá hay mucha potencia y pasajes de individualidad para el lucimiento personal de sus integrantes. Puntos altos: la presencia en «Obsessed» de Dave Lombardo, el gran trabajo de Eloy Casagrande, sobre todo en el track perdido al final del disco y la versión metalera del éxito noventero de Chico Science y Nação Zumbi (1994) cantada por Andreas Kisser.
La espera terminó para los fanáticos de Sepultura. Y Sepultura se merecía un disco a la altura de clásicos como Beneath the remains, Arise o Chaos AD. Sepultura está de regreso más moderno, más potente y comprometido con su fiel hinchada.