Y llegó la Navidad… los cristianos desparramados por el mundo celebran el nacimiento y posterior resurrección de su Mesías, del enviado de Dios, del que redimió pecados y le dio nueva esperanza a la Humanidad… Una idea de renovación y cambio que ya profesaban culturas y sociedades desde tiempos remotos, cuando en el Hemisferio Norte se conmemoraba año a año, por estos días, el Solsticio de Invierno.
El solsticio de Invierno es una fecha cargada de símbolos que apuntan a la resurrección de las almas y de las siembras. Es el momento en que la noche es más larga y el día más corto del año, un espacio ideal para asumir la oscuridad con reflexión pero teniendo en cuenta que, a partir de este preciso momento astronómico, la luz se irá haciendo poderosa hasta llegar al próximo solsticio, el de verano, cuando el sol y la tibieza vuelvan a traer cosechas, alegrías y frutos…
Llámalo Cristo, llámalo solsticio… La tradición nos ofrece una de las mejores fechas del calendario. El día de la bondad, del nacimiento, del encuentro y de la esperanza. Son energías positivas envueltas en regalos. Una fiesta de unión que hace brindar a creyentes y agnósticos. Que celebran los niños de hoy y los niños de ayer, esos que guardan los recuerdos de esta noche de fantasía y magia…