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Antiguos retomen su imperio

dorso largo
Una revisión personal a «Bajo una luna cámbrica» de Dorso.

Un sábado en la noche de mediados de 1989, en Antofagasta, recuerdo haberle dicho a un amigo lo siguiente: “Dorso es mejor que Kreator”. Ambos teníamos 15 años y junto a otros chicos tomábamos cerveza arriba de un cerro. Mi amigo soltó una carcajada pensando que yo bromeaba, pero como no me reí de vuelta, se volvió loco, se calentó y discutimos lo que quedaba de noche y de cerveza. Yo no tenía muchos argumentos, en todo caso. Simplemente decía “es mejor”. Nada más.

Nunca olvido esta ridícula anécdota cada vez que veo a dos personas discutir de música. Ni tampoco que aquella vez evidentemente me expresé mal, pues sólo quise decir que, sin bien son dos bandas sin punto de comparación, Dorso me decía (y me dice) muchas más cosas que Kreator, que lo sentía más cercano y, por lo mismo, me gustaban más sus canciones, que las entendía por completo y podía escuchar todos sus instrumentos. Aunque, pensándolo bien, dije “mejor que Kreator” sólo por joder a mi amigo fanático de los alemanes… pude haber dicho “mejor que Megadeth” o “mejor que Village People”.

Ese mismo año, poco antes de escuchar por primera vez Bajo una luna cámbrica, había comenzado a leer a H.P. Lovecraft. De manera que desde entonces Dorso hizo que muchas cosas conectaran: las mismas historias que había en los libros, ahora las oía en las canciones de este álbum que por entonces no era más que un casete (con harto morado y papel poroso).

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Me aprendí los temas de memoria. Me quedaba pegado en ciertas frases (“Después que los humanos se extingan por completo, se cumplirá lo escrito en el Necronomicon”; “Avanza protoplasma viviente, cientos de bocas, ojos por doquier”; “Aquí en el gran templo, eres un mísero insecto”). Todas me parecían notables, cargadas de imaginación. Me asombraba la capacidad de Pera Cuadra, además de ser un bajista excepcional, para cantar y cantar bien y cantar en español y dramatizar y enfatizar nítidamente donde era necesario, tal como lo hacía con su guitarra Gamal Eltit, un músico seguro y con ingenio. Aunque tanto como lo anterior, era curioso que no tuvieran un baterista estable (para este disco tocaron cinco distintos).

Ahora, 25 años después, cuando este álbum se reedita en vinilo, me doy cuenta de que no he olvidado una palabra de la letra de esas canciones. Bajo una luna cámbrica fue un hito tan notable como inesperado dentro de la escena de ese tiempo. Pero a más de dos décadas del giro radical que significó El espanto surge de la tumba (1993), este disco parece ser el de otra banda, el de otro Dorso. Aunque también son otros tiempos y nosotros tampoco somos los mismos.

Desde “Cambric Dreams” (el único tema de toda la discografía de Dorso cantado completamente en inglés) nos damos cuenta de que la cosa viene en serio. Es una canción larga y llena de detalles, como esos dos minutos de pura música antes de la primera estrofa, o las dos líneas vocales, una más aguda y la otra más grave, que van en paralelo y casi al final levemente desfasadas. Lo mismo ocurre con la infame “Críptica Visión”, pero ahora con la voz duplicada por derecha e izquierda. No sé. Son cosas en los que uno se fija. Quizás hoy no sean nada nuevo, pero en 1989… Como sea, Dorso es la voz de Pera Cuadra y sus enloquecidos relatos. Aunque el momento más notable de ese tema viene a partir de los 2:15, cuando la banda intenta que escuchemos la historia que está contando, con ese hervidero de criaturas que murmuran de fondo.

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Hoy es fácil decir que Dorso entonces era una banda de metal progresivo. Parece un concepto tan amplio y tan cómodo que basta con tocar bien y hacer dos o tres piruetas para aspirar a esa categoría. Pero en el caso de esta banda la idea va un poco más allá: su mérito está en la forma de componer y de dibujar las canciones del mismo modo como se traza una historia. Y si bien por algunos momentos la influencia del Piece of Mind y del Powerslave de Iron Maiden (y de otras como Magma y King Crimson) es papable, siempre queda la sensación de que te dan algo más que metal, que siempre hay otro ritmo posible.

Bajo una luna cámbrica es un disco ecléctico, pero de ningún modo un disco conceptual: así como tenemos el imaginario de Lovecraft con tintes propios (“Mas allá de la ciudad maldita de Kadath, sobre la hiperbórea meseta de Leng, y la extraña constelación de Niarlatotep (sic), ¡Verás la ancestral y cámbrica Dorsalia!”, cantan en “Expelido del vientre”), también están las referencias a la mitología griega, especialmente en sus primeras composiciones (“Cíclope” e “Hidra”, ambas del demo Guerra de criaturas) o bien otras hermanas y llenas de fantasía libre como “Vuela en tu dragón” y poderoso instrumental “Vuelo del pterodáctilo” con ese comienzo lleno de mensajes cifrados.

Gran acierto esta reedición. Sin embargo, considerando el esfuerzo que, imagino, significó hacerla, se echan de menos algunas notas (de los músicos, al menos) que le den mayor realce al trabajo final. En cualquier caso, un cuarto de siglo después, Bajo una luna cámbrica sigue siendo un disco fundamental dentro del heavy metal chileno y tenerlo de vuelta como se lo mereció desde el comienzo es una razón para brindar.

Patricio Jara

Encuentran el disco en tiendas The Knife y,  desde regiones, a través de bigstore.cl


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