Por Rodrigo Ulloa
Fotos de Ignacio Orrego (Fotorock)
La «Prueba de Sonido»
9 de la mañana con 11 minutos y Bruce Dickinson hace su primera aparición en la sala de conferencias número 3 de la Fidae. A diferencia de la última vez en el Nacional, el frontman de Iron Maiden pasa casi inadvertido. Mientras los asistentes-fanáticos aún esperan afuera, el británico hace el equivalente a la prueba de sonido. Claro, ahora en lugar de revisar el setlist y el estado de sus cuerdas vocales, repasa por última vez su presentación en un computador portátil con el mismo entusiasmo y ansiedad con la que un estudiante universitario alista su disertación para un examen importante.
Como es de suponer, nadie lleva una polera de la banda ni menos toman cerveza. La previa es con café y la tenida; semi formal.
Bruce vuelve a su «camarín», señal inequívoca que el «show» está por comenzar.
La Bestia está suelta
10 de la mañana con 5 minutos y la producción abre las puertas del recinto. Cada uno de los asistentes lleva audífonos, pero no precisamente con música de Maiden. Se trata de un artefacto de comunicación para escuchar la traducción de la conferencia en simultáneo.
30 minutos más tarde suena The Number of The Beast para darle la bienvenida a Dickinson. No viene a hablar de Maiden, pero es algo de lo que inevitablemente no se puede desligar. El público lo recibe con una ovación y Bruce responde con una broma. Hay cosas que no cambian sin importar las características del escenario.
El primer hit llega cuando confiesa que su actual celular es un viejo Nokia. Lo lanza con fuerza al suelo y lo recoge. «Aún funciona!!. Y no tengo que cargar la batería en 4 días. Yo soy fanático de este equipo porque no me falla», cuenta para explicar que una marca y una banda pueden actuar de la misma manera. El único requisito es que las cosas funcionen como corresponde. Primer aplauso cerrado.
The Clairvoyant
Bruce se mueve sobre el escenario de un lado para otro. No con la velocidad de un concierto, pero con la misma convicción. Habla sobre aviones y carrera espacial con la misma pasión cuando canta «The Trooper». El papel de gurú le sienta bien y sus oyentes le siguen el juego, sobre todo cuando cuenta sobre uno de sus grandes proyectos: la nave de bodega más grande del mundo, un vehículo aéreo híbrido. Una explicación detallada y minuciosa, el momento «progresivo» de la charla: largo, preciso y más denso.
Dickinson es de todo: esgrimista, empresario, actor, piloto, cantante y hombre de radio. Pero no toca la guitarra. Aún así, Jimi Hendrix aparece sobre el escenario en forma de diapositiva, para revelarse como una de sus grandes inspiraciones. No como músico, sino que como un visionario en el negocio de la música. Fue el primero en usar un avión para salir de gira, un modelo que 40 años después Maiden replicó. Algo sabía Jimi.
El segundo gran hit llega cuando Dickinson habla de quienes descargan ilegalmente la música de Iron Maiden: «Ellos no son delincuentes. Siguen siendo nuestros fans. Que tal sí además creamos nuestra propia cerveza para quede la tomen mientras descargan nuestra música. Ganamos todos y somos todos felices», cuenta, probablemente sin saber que la banda que tomó el camino contrarió en los 90’s tocó anoche en Santiago. Esta vez las campanas doblan en nombre de Bruce. Otro aplauso cerrado.
Antes de cerrar, presenta un video con la versión Lego para The Trooper. Aunque no quiera reconocerlo, Iron Maiden es omnipresente en su vida. Y por supuesto, también en la nuestra.