PUNTERO FANTASMA

Un estadio deplorable

Felipe Pumarino |

Campeonato Segunda División 1962
Estadio Militar
Municipal de Santiago 3 – Colchagua 0

A comienzos del siglo pasado el fútbol se jugaba en cualquier parte. El Parque Cousiño, la Quinta Normal y los faldeos del San Cristóbal acogieron a los primeros peloteros santiaguinos. Bastaba un rectángulo de pasto -o tierra- para armar esas pichangas pioneras.

En la década del 20 el fútbol ya atraía multitudes, había torneos estructurados y surgió la necesidad de erigir estadios como la gente. “En este ambiente aparecen los primeros edificios públicos deportivos: los Campos de Sport de Ñuñoa, el Estadio de Carabineros, la Piscina Escolar, el Estadio Militar y los estadios de colonias”, detalla el Consejo de Monumentos Nacionales en su historia del Estadio Nacional (2004).

Chicos y mal diseñados, la mayoría de esos recintos no sobrevivieron el paso del tiempo. Los Campos de Sports fueron reemplazados por el “elefante blanco” de Ñuñoa en 1938; el «Fortín Mapocho” de Carabineros -a pasos del centro- fue demolido por la dirigencia de Colo Colo a fines de los años 40.

El más rasquita de todos, sin embargo, siguió firme. Minúsculo e incómodo, el Estadio Militar del barrio Rondizzoni resistió justamente porque con sus 4.000 “asientos” de palo bastaba y sobraba para las necesidades deportivas del Ejército. Que se sepa, nunca fue escenario del fútbol profesional: eso, claro, hasta 1962.

Ese año mundialista la Asociación Central de Fútbol forzó a los equipos capitalinos de Segunda División a acreditar una cancha propia: el que no tenía, chao. Así fue como durante ese torneo el Municipal de Santiago acabó haciendo de local en el ruinoso Estadio Militar.

El experimento fue en verdad una payasada. En los años de mayor arrastre popular del fútbol en Chile, los “ediles” con suerte lograban llevar a sus familias a la desvencijada canchita. Arriba, una postal: 134 espectadores contabilizados para el triunfo de los celestes ante Colchagua. Abajo, la vívida descripción de un socio del Deportivo Municipal respecto a las “comodidades” de ese campo: sin rejas, tablero marcador ni camarines, con sus arcos destruidos y “servicios higiénicos deplorables”.

Terminado el torneo, Municipal volvió a lo suyo: el nomadismo. Y el antediluviano Estadio Militar quedó ahí, en calle Luis Cousiño, donde aunque parezca increíble aún permanece en pie.

Fotos: archivo revista Gol y Gol.

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