Los tesoreros del curso… así llama a la figura del ministerio de Hacienda y sus tecnócratas el gran Luis Lebert: los tesoreros del curso…
En un documental que conmemoró los 200 años del Instituto Nacional, el líder y emblema de Santiago del Nuevo Extremo recordó su paso por el colegio de calle Arturo Prat y dijo que el problema de Chile es que ha venido siendo manejado por los tesoreros del curso y no por los que sueñan, por los poetas, los filósofos, los sabios, los intelectuales. Desde los Chicago Boys en adelante, Chile se ha enfrascado en mirar a la economía como su gran norte ideológico, la curva del precio que ha convertido a todas sus instituciones y sus estructuras sociales en bienes de consumo. Disfrutamos de las concesiones, las privatizaciones y el copago como la salida rápida del mercado… Como si fuera una tarjeta de crédito de norte a sur, pasamos a Chile por la ranura de la oferta y la demanda gobernados por los tesoreros del curso, ese personaje que es elegido en los colegios para contar la plata y ver cuánto falta o cuánto sobra… Pero los tesoreros del curso se quedaron en los buenos balances de la macroeconomía y en los crecimientos florescientes y en las ventas de lujo, los tratados de libre mercado y en las carreteras modernas. Todo un Chile se les escapó de la suma y resta del balance, un país completo que se desarrolló como una entelequia insospechada a punto de estallar…
En plena época de reformas, se han escuchado todo tipo de tesoreros de curso, hablando de las mil plagas que vendrán o de los otros, los que dicen que la igualdad, o la mejor distribución del ingreso, es buena para el crecimiento económico.
Pero los cambios deben ser sacados del balance del curso, deben tener el corazón en la incertidumbre incluso en la utopía. Simplemente, cantaría Luis LeBert a los tesoreros del curso, para hacer países más luminosos, hay que perderle miedo a todo y, por supuesto, a lo que es diferente…