El chaqueteo del chileno… ¿Seremos realmente así, chaqueteros, envidiosos con el éxito ajeno? Más allá de la máxima universal de que «nadie es profeta en su tierra», ¿nos gustará a los chilenos el torpedeo al que brilla más que uno, al que se destaca? Los ídolos deportivos lo han sufrido, Elías Figueroa idolatrado en Brasil, el mismo Cóndor Rojas, «desterrado» por Chile y acogido como profesor en el mismo país donde murió su gloria deportiva… Al Chino Ríos le encontramos miles de defectos y a varios los llenamos de rumores canallas y burlas faranduleras.
Pero en las artes y la cultura, la cosa es igual. Que lo digan Lucho Gatica, Mario Kreutzberger, Germaín de la Fuente, Beto Cuevas o Los Jaivas. En literatura, Gabriela Mistral recibió el Nobel antes del Premio Nacional y, como Roberto Matta, Arrau y Vicente Huidobro, desarrollaron su talento en otras tierras más abiertas a quienes miraban, pensaban y sentían distinto.
Algo parecido pasa con la escritora Isabel Allende, comúnmente ninguneada por la camarilla de escritores chilenos y a quien, recién hace cuatro años se le otorgó en Premio Nacional de Literatura. Isabel Allende acaba de ser nombrada doctor honoris causa por la prestigiosa Universidad de Harvard. Compartió el laurel, entre otras personalidades, con el ex Presidente George Bush, padre; el Premio Nobel de Economía, Joseph E. Stiglitz y con la leyenda del soul, Aretha Franklin.
La Universidad de Harvard distinguió a esta autora de 20 novelas por su destacada trayectoria literaria, que «refleja su ética de trabajo imparable y muestra de una amplia paleta de influencias y estilos literarios». Además de destacar que su trabajo ha sido traducido en 35 idiomas y ha vendido más de 60 millones de copias.
Desde acá, nos alegramos por el premio a una chilena que ha sabido salir adelante con su talento y su empeño, lejos de las pequeñeces de esos que tienden a nivelar siempre hacia abajo…