MALDITO ROCK AND ROLL

Fulano: 30 años de insurrección musical y eclecticismo antihegemónico (1° parte)

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Ernesto Bustos recuerda el documental inconcluso de la banda.

Junio es el mes de Fulano. La banda liderada por Cristián Crisosto se estará presentando el próximo 20 y 27 del presente mes, con dos shows que guardan pequeñas similitudes en el material que la banda promete regalar a sus fans de siempre: 30 años. Lo clásico y lo nuevo, advierte la primera presentación; y Fulano toca Fulano, la interpretación íntegra del primer álbum de la agrupación, se asegura una semana después.

En síntesis, Fulano está de cumpleaños, pero no es cualquier celebración. Son 30 años de recorrido musical, de combate contra la dictadura, de ácida crítica al sistema, de despedidas, de dolores por la pérdida irreparable, de silencios, de regresos, de renovaciones y, claro, de eclecticismo antihegemónico.

Y como la ocasión es especial, en esta oportunidad desempolvo del baúl de la memoria una historia que trabajé hace ya una década para un medio escrito desaparecido por la intolerancia del poder de turno.

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«Fulano cuenta la historia de Chile: preludio para un largometraje documental», es la historia que la banda intentó relatar con posterioridad a la muerte de Jaime Vivanco, mientras una parte de la agrupación se aventuraba entre la Mediabanda y Congreso, cuyo objetivo era retratar los años de la dictadura y el retorno a la democracia, mediante la mirada musical-vanguardista de Fulano, aderezado todo con testimonios que recorren desde 1984 a sólo 12 días antes de la tragedia de uno de sus integrantes.

Pablo Leighton, director de ese documental y a quien perdí la pista hasta hoy, me relataba en junio de 2005 los detalles de aquella aventura que, hasta hoy, mantiene inconclusa.

Este es el soundtrack imperdible de una generación, con pequeñas adaptaciones de estilo para la presente columna, tratando de respetar al máximo el texto original.

Café del Cerro, diciembre 1989. En una salita adjunta al escenario, al lado de una barra, Cristian Crisosto y Jaime Vásquez afinan sus saxos. Arlette Jequier vocaliza antes de salir a escena. Willy Valenzuela practica con sus baquetas en un pequeño cojín de goma. Jorge Campos hace ejercicios cromáticos con su bajo. Y Jaime Vivanco observa, sólo observa el ritual, mientras conversa con el autor de esta nota. Ruido, caos sonoro, mucho caos sonoro. Minutos después, «Adolfo Benito Augusto Toribio» suena potente, energético, al borde de la locura, sincopado y agresivo. Mucha rabia, catarsis y mucho, mucho humo de todo lo imaginable, acompañan los primeros momentos de una de las tantas tocatas que Fulano ofrecía en el histórico local de Bellavista, cuando la dictadura vivía sus últimos días y el retorno a la democracia se veía cada vez más cerca…

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Esos momentos y otros episodios de incalculable valor histórico y musical, son los que «Fulano cuenta la historia de Chile: preludio para un largometraje documental», busca retratar en cien minutos tentativos de imágenes, música, relatos en off, testimonios de sus integrantes y gente cercana a la agrupación. En síntesis, un registro audiovisual que dará cuenta de toda la catarsis colectiva que seis músicos obtenían de un público fiel en dos períodos clave de la historia: dictadura y democracia.

Pablo Leighton, un antiguo amigo y seguidor de Fulano, propuso la idea a Cristián Crisosto. La respuesta fue inmediata y afirmativa. Manos a la obra.

Fanática dirección

El testimonio de los ocho integrantes que pasaron por Fulano, una voz en off que hará el relato subjetivo de ciertos episodios que rodearon la existencia de la agrupación, la banda en dictadura y democracia, las modas estéticas y musicales y el último ensayo antes de la muerte de Jaime Vivanco (el último de Fulano hasta ese momento), que podría ser editado como material extra a la edición del documental, serán el hilo conductor del trabajo dirigido por Pablo Leighton.

«La idea de este trabajo es dejar retratado estos dos períodos de la historia política de Chile, la dictadura muy representada por el disco «En el Bunker», que era como estar encerrado en el odio y la claustrofobia, y después salir, en democracia, al «Infierno de los Payasos». Me interesa mucho dejar constancia de eso, pero visto bajo la óptica de ocho seres humanos y personajes que no son líderes (incluyendo a Raúl Aliaga y Rafael Chaparro). Ocho historias anónimas, de músicos que tampoco fueron estrellas», explicó el director.

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Como se trata de un documental que abordará la segunda mitad de la década de los ochenta y toda la década siguiente, el material de archivo es una pieza fundamental, que Pablo Leighton tiene visto. «Me interesa incluir ese material, pero no necesariamente de las presentaciones de Fulano. Más bien necesito imágenes de las épocas que se retratan. Para eso existen productoras que tienen archivo de la dictadura», agrega Leighton, que asumió el desafío de revivir aquellas historias en el Espaciocal de Vitacura (el lugar donde tocó por primera vez Fulano), el Café del Cerro, la Facultad de Humanidades de la Universidad de Chile, el Pedagógico, el Trolley, La Batuta, el Garage de Matucana, el Goethe Institut, Estación Mapocho, Teatro Oriente, Baquedano y Providencia, entre muchos recintos.

Por ahora, explica Pablo Leighton, falta registrar el testimonio de Willy Valenzuela y la familia de Jaime Vivanco, siempre que accedan. Y lo principal, el financiamiento.

Según el director, la intención es presentar el proyecto para obtener los recursos vía fondo audiovisual (desde el presente año, separado del Fondart), cuyas bases deberían conocerse por estos días. La otra alternativa que se maneja es a través de un crédito Corfo. «En eso hemos topado últimamente. Tengo la esperanza de que postulando al fondo audiovisual pueda obtener el dinero para terminar el trabajo», dice.

En cuanto a la distribución, el realizador señaló que lo ideal es hacer una copia para cine, más que nada por un tema de calidad, y para intentar su rotación en el circuito comercial («Malditos, la historia de los Fiscales Ad-Hoc», es un buen ejemplo del formato documental y música).

… Los últimos acordes de «La historia no me convence, sólo me atraganta» son el epílogo para una noche mágica. Nadie entiende nada, todo pasando, el aire enrarecido, una espesa nube de humo cubre por completo el local y seis músicos exhaustos que han dejado todo en el escenario, regresan al lugar donde comienza la historia: la salita adjunta, al lado de una barra.

Así era el espíritu inigualable de una banda con historia. Un grupo que sigue sonando en la memoria de muchos convertido, sin proponérselo, en clásico y objeto de adoración de una generación. Una banda que gracias al Café del Cerro y muchas más locaciones, hoy tendrá su justo reconocimiento: contar la historia de Chile al estilo Fulano.

Continuará…


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