Parece extravagante, pero durante algún tiempo el fútbol brasileño veía a Chile como modelo a seguir. Y para más remate esto sucedía a fines de los años 50, con la verdeamarela recién coronada campeona del mundo.
Flávio Costa, entrenador de la selección de Brasil entre 1955 y 1956, llegó a Santiago el 59 para hacerse cargo de la dirección técnica de Colo Colo. Su juicio fue lapidario: los jugadores chilenos casi no sabían jugar a la pelota: “Pocos dominan ambas piernas. Muy pocos cabecean. Muy pocos saben patear. Simplemente no les enseñaron”.
Costa, sin embargo, admiraba la insólita capacidad del pelotero chileno para recibir órdenes, cumplirlas a rajatabla y así ejecutar a la perfección el planteamiento táctico diseñado por un DT. “Desde el puntero hasta el colista exhiben un padrón moderno y de buen corte”, le comentaba a la revista Estadio.
Al brasileño, decía, le hacía falta esa férrea disciplina para moderarse y así consolidar su estatus de indiscutible potencia del fútbol global.
Más allá iba Vicente Feola, técnico del “scratch” campeón en Suecia, quien en 1959 ya avizoraba el Mundial que se disputaría en Chile. Entrevistado por la revista Estadio, no guardó elogios para la seriedad del proceso que desarrollaba Fernando Riera en la Roja: “Chile no ha preparado sólo un equipo, sino a un fútbol. Chile algunas veces tuvo equipos muy buenos… corrían mucho, marcaban bien, ponían problemas, pero se les ganaba con dos o tres goles inocentes”.
Como bien sabemos, los brasileños se toman la pelota en serio. Y sus jugadores se sosegaron un poco. El 62, Chile sería justo su último escollo antes de la final. Como se ha venido repitiendo a lo largo de las décadas, pillaron a los ordenaditos defensas rojos pajaroneando y nos metieron 4.
Fotos: revista Estadio.