Por Carlos Costas (Zé Carlos)
17/06/2014
Cuando el editor de nuestro sitio web, Héctor Muñoz, publique este texto yo estaré arriba de un avión con destino a Rio de Janeiro. Mañana es el partido y debo confesarles que es tanto lo que me gusta el fútbol que más allá del resultado que arrojen esos 90 minutos de juego, sólo me invade un sentimiento de gratitud por tener la posibilidad de asistir a un partido entre Chile y España en el estadio Maracaná.
En este contexto tan particular impuesto por la boleta que los hispanos se comieron con Holanda, naturalmente el deseo es que la Selección pueda de una vez por todas ganarle a un rival al que sólo pudimos derrotar en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000. El empate tampoco es un mal resultado, pero después del partido con Australia tengo varios motivos para preocuparme.
Los mundiales son torneos cortos. No dejan tiempo para pensar. Tienes que llegar con el trabajo hecho. Son como esas pruebas de supervivencia en las que un error cuesta caro y seguir con vida depende de cuan preparado estás para rendir en una competencia de máxima exigencia.
No sé si les pasa lo mismo, pero los partidos de Chile en el Mundial siempre me parecen suspiros. Es tanto lo que los esperamos, imaginamos y especulamos sobre ellos que siempre me queda la sensación que los tiempos duran mucho menos de 45 minutos.
Que los dioses de la pelota estén a favor nuestro y la mala suerte se haga a un lado es lo que uno sinceramente le desea al equipo de Jorge Sampaoli que sigue la acción en la cancha con esos ojos inyectados en fútbol. Veremos qué pasa.
Hoy prefiero contarles la linda historia de un equipo chileno que escribió su leyenda en el enorme Maracaná. El estadio “mais grande do mundo” fue testigo de la hazaña conseguida por un grupo de muchachitos adiestrados por un tal Míster Pipa. ¿Lo ubican?
En el verano de 1979, el glorioso Barrabases participó de la Copa Ciudad Río de Janeiro, un duro cuadrangular que reunió a las selecciones de Brasil, Holanda, los argentinos de Jeta Juniors además del admirable y eficiente equipo de Villa Feliz.
La aventura carioca de Barrabases que yo leí siendo un mocoso, y que aún conservo en un tomo empastado que cuido como hueso santo, pertenece a la tercera época de la revista fundada por Guido Vallejos en 1954. Para mí gusto se trata de la mejor etapa y circuló entre los años 1978 y 1980. Mi capítulo favorito es “Sam se pone cachetón” pero creo que los episodios más brillantes son los que dan cuenta de la participación de Barrabases en la Copa Libertadores 79. Representando al fútbol chileno junto a Misión Imposible, el mañoso cuadro de Villa Smog con el que además mantiene una dura rivalidad, Barrabases comparte grupo con Peñarol y Nacional, los dos grandes de Uruguay. Lo entretenido y bien logrado de esta saga es que en esa Libertadores Barrabases lo pasó mal debió sortear crisis internas y lo que parecía imposible: perdió partidos.
En todo caso la participación de Barrabases en Río de Janeiro fue impecable. Nadie esperaba nada del desconocido equipito chileno y su campaña fue perfecta. 5×2 a Jeta Juniors; 3×1 a Holanda fueron el camino a la corona del certamen, después de un sufrido empate con Brasil 1×1 y la definición desde los doce pasos.
El clímax de la historia se produce cuando en el entrenamiento previo al partido con los anfitriones, Guatón molesta majaderamente a Palmatoria y éste le devuelve un puñete que lo tumba justo encima de la pierna de Pirulete. El goleador se lesiona y Míster Pipa termina en la cárcel tras agredir al padre del Negro Palmatoria que inútilmente intentó pedirle disculpas al entrenador de Barrabases.
Grandes recuerdos de un equipo cuya formación puedo recitar de memoria. Sam, al arco; Mono, Pelusa, Ciruela y Roque en el bloque posterior; Bototo como el volante tapón o de contención como dicen ahora; Chico el habilidoso 8 para la salida que cubre la zona media junto al simpático Guatón, el 10 del equipo. Arriba conformando un temible tridente ofensivo, Torito corre por la punta derecha, Pirulete es el 9 de área y Pelao, el veloz alero izquierdo. Equipazo.
Hace 35 años, Barrabases protagonizó el otro Maracanazo.