Por Francisco Tapia Robles
El sábado fue el día clásico en Glastonbury. La lluvia a ratos no dio tregua y cuando se despejó, el sol te clavó sin piedad. Mi jornada partió muy temprano, a las 9 ya estaba duchado y en la carpa de prensa, con un colega decidimos tomarnos un desayuno-almuerzo de pizza y Guinness. No es que uno sea un alcohólico, pero debo decir que tras no beber por casi 2 años, la Guinness ha sido la única cerveza que no me ha hecho mal y que además tiene la potencia calórica de 1 plato grande de un Full English breakfast.
La bitácora de vuelo hoy me indica que debo mentalizarme a estar de punto fijo en el Pyramid Stage y tratar de llegar a la primera fila. Desde las 4:30pm más o menos debo meterme en la multitud hasta la medianoche. Glasto lo vale.
Son las 5 y media y llega mi primer gran objetivo, Robert Plant trae otra nube negra y algo de lluvia. Nos pasea por un repertorio único, con una sección acústica incluida y de paisajes tribales africanos. Como si la brújula Led Zeppelin estuviera todavía apretadita y en manos de quien nos ha demostrado que el heavy rock puede ser la conexión mágica a la world music. Asi pasa Whole Lotta Love por ejemplo, en una versión magistral e infinita ejecutada junto a ese combo de monstruos llamado The Sensational Space Shifters. Todo acaba con una sobria y algo más pop que la original Rock & Roll. Robert Plant se despide sin antes invitar a la gente a disfrutar de los shows que vienen tras él. “One more song! One more song! One more song!” No hay tiempo para más. Lonely, lonely, lonely, lonely, lonely time.
De inmediato sacan del escenario el equipamiento de Plant y los roadies inconfundibles de Jack White invaden todo con sus trajes “corporativos” de Lazaretto. Tipos luciendo barba de rabino y vistiendo de estricto negro y celeste, suspensores, sombrero y zapatillas. Un set vintage recibe a un Jack White que entra luciendo una chaqueta de cuero negra y un pantalón muy raro que no se distingue si viene con las botas negras incluidas. Enfunda su Telecaster personalizada y abre con Icky Thump. Deja de lado el repertorio de sus otras bandas y se dedica a hacer canciones de White Stripes y de sus dos discos solista. Una gran banda lo acompaña, todos comparten un par de botellas de champaña durante el show y la chica del violín y el tipo de los teclados son espectáculo aparte. Como si ambos hubiesen sido sacados de una cantina, fuman, beben, conversan entre ellos, se ríen, de pronto no te das ni cuenta y ves que el tecladista esta tan prendido con el show que esta con toda su pierna izquierda encima del teclado o jugando con los espaciales sonidos del moog.
Jack White certero con su guitarra y muy conversador con el público. Los tipos junto a mí en la multitud, ahora ya en primera fila, me cuentan que Chile perdía en los penales y nos íbamos del mundial. Tras unos 30 segundos de mezcla de sensaciones de amargura y rock & roll me doy cuenta que nuestro Mundial no se ha terminado, que estamos en medio de él y ni con una armada de siete naciones nos pueden vencer. Se va Jack White sin antes hacerle un guiño a Enter Sandman y reavivar ese fuego que el mismo Robert Plant se había encargado de encender tras Lana del Rey.
Glastonbury se revuelca en su propio barro y fuego. Ruge, se mueve, y ese movimiento me deja justo frente a la mitad del escenario en primera fila. Hundido en un multicolor el bosque de banderas con algunas que plasman el momento: METALLICA ENTER GLASTO, GLASTALLICA y ORGY HERE. Por las pantallas puedo ver lo que el CCTV del Pyramid está mostrando y me doy cuenta que estoy nadando en un mar de gente que me enseñará como hacer hablar al sentimiento. Son las 9:45pm y al fondo del escenario ya montado, dejan entrar a un grupo de unas 100 personas, muchos que ya había visto en los shows anteriores haciendo nada, solo observando, ni siquiera son staff ni roadies, solo parientes de artistas aparentemente. Ellos serán el público en un espacio habilitado detrás de la banda. Algunos portan banderas pero en su mayoría “selfiandose” sin descaro. Y quien no? Es el momento de hacerlo.
Sin presentadores como ocurrió con los Rolling Stones el año pasado, se apagan las luces y la pantalla de fondo echa a correr un video del Bueno, El Malo y El Feo con la música de Morricone inundándolo todo. Tras eso la leyenda: Eli Wallach 1915-2014. El feo había muerto hace un par de días y el tributo de los Metallica era aplaudido. Tras esa previa, otro video mostrando la vieja costumbre “deportiva” de la alta alcurnia británica de cazar zorros. Acá el protagonista escapa por los campos ingleses mientras es perseguido por una jauría de perros y cazadores (todos muy posh) vestidos de chaquetas rojas y pantalones blancos, montando puros fina sangre. De pronto y mientras el zorrito logra ocultarse, los cazadores comienzan a caer acribillados uno tras otro, ahora lo posh roza lo gore, salpicando sangre y vísceras de sangre azul por el campo. El zorro escapa y se salva feliz y los cuerpos de los cazadores cazados quedan repartidos en la hierba. Luego desde los arbustos aparecen 4 osos francotiradores que celebran la victoria y con las escopetas recortadas en alto, saltando y en gesto de celebración se quitan sus mascaras. El primero en mostrar su rostro de felicidad por haber ido al rescate de la fauna silvestre es James Hetfield. Los 4 Metallica se salieron con la suya y mas que guiño es un “middle finger” al ciego bloque animalista y retractor del Reino Unido. La masa entiende, ríe y aplaude. Humor ingles Made in the U.S.A.
De inmediato Creeping Death, For Whom The Bell Tolls y Wherever I May Roam como un solo track de 15 minutos de sonido atronador le roba la virginidad de metal a Glastonbury quien no finge orgasmos. Siempre hay una primera vez y que jamás se olvida. “Together at last, Glastonbury!” grita Hetfield con los brazos en alto y el Pyramid a sus pies. Pasan Sad But Rue, Fade To Black, Cyanide, The Unforgiven y el interminable coro de The Memory Remains. Sigo vivo entre la masa y la reja. Los de seguridad reparten agua y sacan a los primeros heridos. Deben haber unas 70 mil personas fácilmente en la explanada del Pyramid, nada mal para un tipo de música que no es muy común en este festival.
El break y luego los rayos laser que simulan las metrallas de One. La artillería de los Metallica se deja caer sin piedad con Master of Puppets, Nothing Else Matters y Enter Sandman. El encore viene cargado de sentimiento local (o más o menos) con una épicamente coreada versión del clásico del folk-irlandes hecho canción de heavy metal. Los Dubliners hubiesen estado orgullosos de escuchar como Glastonbury entero coreaba Whisky In The Jar. No queda nada, Hetfield presenta Seek & Destroy y un batallón de roadies suelta cientos de pelotas inflables que dicen “Metallica in Glastobury 2014”. El souvenir mas preciado del fin de semana.
Gran momento para experimentar de muy cerca el poder de la música en tu cuerpo y espíritu. Gran show, repertorio a ganador, el espectáculo en vivo en su máxima expresión. Viví para contarlo, vi a Metallica desde primera fila en el festival de Glastonbury.