Por Carlos Costas (Zé Carlos)
12/06/2014
La jornada comenzó temprano. Ya camino al aeropuerto de Belo Horizonte para abordar el vuelo que nos trajo hasta la sofocante Cuiabá pudimos ver a muchas personas, hombres y mujeres, luciendo con orgullo la camiseta verdeamarela mientras esperaban el bus camino a sus trabajos.
El fondo de la crítica a la organización de este millonario evento sigue siendo válida porque la ciudadanía exige, igual que en todas partes, mejor educación y salud. Sin embargo, era el día del debut de la selección pentacampeona del mundo y los brasileños lo asumieron como tal.
Nos explicaba Renato, el profesor universitario en cuya casa estamos viviendo y montamos el estudio para transmitir desde Belo Horizonte que esta Copa del Mundo cuenta con un respaldo enorme entre los sectores populares, pero despierta críticas dentro de la pujante clase media, un segmento de la población que creció explosivamente en las últimas dos décadas y que fue fielmente retratado en el exitoso culebrón Avenida Brasil.
Bueno, el asunto es que yo estaba en mis trámites de embarque cuando me encontré con Ed Motta. Nombre seguramente desconocido para una porción importante de nuestros auditores, este músico es un bicho raro dentro de la música brasileña y todas las ideas generalmente asociadas a ella.
Nació hace 42 años en Rio de Janeiro y sus primeras inquietudes musicales fueron de la mano del rock pesado de Deep Purple y Black Sabbath. Llama la atención, no sólo por su voluminosa figura, sino por su eclecticismo y por su condición de multiinstrumentista. Ha estado varias veces en nuestro país, grabó y tocó en vivo con Congreso y me anticipó que volverá a nuestro país en septiembre para dar un concierto en el Nescafé de las Artes.
Es un tipo muy simpático, sabe mucho de música y cómo no, si tiene una colección de más de 30.000 discos de vinilo. Si no me creen vean este video. Es la mejor manera de conocer a Ed Motta.