«Hay que aprender de Angola»… la frase de la Presidenta Bachelet ardió en twitter. La idea completa de la Mandataria era que había que aprender de ese país debido al aumento de representación femenina en su Congreso. La Presidenta ponía fin a una gira de una semana por África en la ciudad de Luanda y lanzó su frase luego de cerrar acuerdos económicos que incluyen triplicar la compra de petróleo angoleño. Además, la Presidenta Bachelet anunció que Chile apoyará la candidatura de Angola como miembro no permanente del Consejo de Seguridad para el período 2015-2016.
El dilema de las redes sociales es justificado. ¿Hasta dónde se deben anteponer los intereses económicos al entablar lazos de complicidad con un país como Angola?
Angola es definido por organizaciones como Transparencia Internacional y Human Rights Watch como uno de los estados más corruptos y violador de los derechos humanos del planeta. Pese a tener diamantes, petróleo y otras riquezas naturales, la pobreza es escandalosa: el PIB per cápita es de 5 dólares por persona (en Chile es 20 mil), mientras que el 55% de la población está en situación de extrema pobreza. La desigualdad es alimentada por un gobierno dictatorial cuyo Presidente, José Eduardo do Santos, está hace 35 años en el poder. Y su hija es, según Forbes, la mujer más millonaria de Africa con un patrimonio de más de mil millones de dólares.
En Angola no hay separación de los poderes del Estado y tampoco existen elecciones presidenciales. El Primer Mandatario sale del partido más votado en el Congreso.
Pero en la realidad de los convenios, estos parecieran ser sólo datos, apenas estadísticas frente a un nuevo amigo del cual hay que aprender ciertas cosas…