El fútbol profesional nació en Chile en 1933. En eso fuimos bastante pioneros, casi a la par con Argentina (1931), Uruguay (1932) y buena parte de Europa. Pero siendo francos, la consolidación vino dos décadas más tarde.
Campeonato Segunda División 1976
Estadio El Teniente de Rancagua
O’Higgins 2-Trasandino 2
Para que un torneo sea competitivo, no basta con que haya un campeón y un par de escoltas que le hagan collera: también se requiere que los más chicos siempre peleen con algo -aunque sea por no desaparecer- y no tiren la toalla después de un par de fechas. Y también, claro, es justo y necesario que los más mediocres se vayan. Eso recién vino en 1952 con la creación de nuestra Segunda División profesional y el rápido establecimiento de un sistema relativamente ordenado de ascensos y descensos.
Chile, país tan amante de dictar reglas como reacio a cumplirlas, igual se dio maña pronto para tener al menos dos campeonatos con aspiraciones nacionales y reglas de promoción entre ellos. En Paraguay o Colombia eso recién llegó a fines del siglo 20; sin ir más lejos, en Perú aún hoy es un despelote.
En Chile, el torneo de Ascenso profesional nació cuando la prensa y las “fuerzas vivas” de provincia ya llevaban al menos 10 años hinchando para su creación. Entonces la infraestructura de transportes era menos que precaria y con suerte desde Santiago uno podía llegar por tierra en una jornada a La Calera por el norte y Talca por el sur. Bajo esa premisa -más pragmática que deportiva- se eligió a los 8 equipos que estrenarían la Segunda División. La revista Estadio lo resumió con entusiasmo:
Por el “norte” llegó Trasandino de Los Andes, equipo que podía viajar gratis en tren a cualquier parte de Chile. De Santiago se rescató al moribundo “decano” Santiago National -primer descendido de la historia- y se sumó a Palestino, representante de la segunda generación de una colonia cada vez más próspera.
A menos de 100 km de la capital, Peñaflor se inscribió con el entonces poderoso Thomas Bata, San Bernardo con Maestranza Central (otro cuadro ferrocarrilero) y Rancagua con sus dos rivales enconados: América y O’Higgins-Braden.
Y descolgándose del mapa por el sur, se aceptó al popularísimo Rangers. Ahí la dirigencia fue visionaria: integrando a Talca -y poco más tarde a La Serena-, todas las ciudades entremedio se convertían en potenciales candidatas al Ascenso. Y así pasó. Un cuarto de siglo más tarde, como vemos en la foto de arriba, ese torneo ya cubría medio Chile y muchos de sus equipos convocaban a más gente que sus pares de Primera (igual que hoy).
Gracias a todo esto Chile tiene hoy un sistema de campeonatos quizás modesto, pero que cubre más de 3 mil km, uno de los más extensos del planeta. Y eso no es poco.