A fines de la semana pasada vimos cómo a Mark David Chapman, el asesino de John Lennon, se le rechazó por octava vez la libertad condicional.
En la visita de los tres miembros de la comisión encargada de decidir sobre su libertad, Chapman afirmó que había sido “un idiota” al “elegir el camino equivocado para la gloria”, explicando su estado mental al momento de matar al ex beatle el 8 de diciembre de 1980.
“Mi vida estaba sumergida en una profunda depresión, bebía mucho. Esa luz brillante de la fama, de la infamia, la notoriedad, estaba allí. No pude resistirlo. Mi autoestima se disparó, y yo estaba buscando una salida fácil”, aseguró Chapman en su audiencia.
Chapman también mostró arrepentimiento por uno de los momentos más impactantes y trágicos en la historia del rock: “Siento haber causado ese dolor. Mucha, mucha gente lo amaba. Fue un gran y talentoso hombre, y todavía están sufriendo. Recibo cartas, eso es un factor importante, sé que no es un crimen ordinario. Hay algunas personas por ahí que quisieran hacerme daño, pero lo dejo en manos de Dios. Confío en él. Si eso pudiera ocurrir en algún momento en el futuro, seguiré confiando en él”.
La junta de libertad condicional rechazó la petición de Chapman señalando que había una posibilidad de que su puesta en libertad sería incompatible con el bienestar de la sociedad.