Cerrar o no cerrar… es el dilema sobre el penal de Punta Peuco que se agudiza cada vez que se cumple un nuevo aniversario del golpe cívico-militar. Punta Peuco es una cárcel hecha hace un par de décadas para dos huéspedes de alcurnia de la dictadura, Manuel Contreras y Pedro Espinoza, y hoy alberga en sus cuatro pabellones a 63 reos, cuyas condenas por violaciones a los Derechos Humanos suman 748 años. Además hay nueve presidios perpetuos y una gran variedad de causas en la justicia que podrían engrosar aún más su censo poblacional.
Los que defienden Punta Peuco señalan que su existencia es la única forma de dar seguridad a los condenados que ahí habitan. En esa postura se encuentran el Presidente que construyó esta cárcel de Til Til, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, quien esta mañana se mostró contrario a su cierre, pues –dijo- no se trata de una cárcel exclusiva y que cumple con los objetivos para los que fue creada. Para Frei Ruiz-Tagle, “esa cárcel se construyó precisamente para que estuvieran aquellos militares que no pueden estar en la cárcel pública, porque evidentemente que nadie puede asegurar su supervivencia».
Sin embargo, los defensores de Derechos Humanos consideran peligrosa la señal que entrega Punta Peuco con sus privilegios carcelarios para este tipo de criminales que trabajaron bajo el aparato del Estado. El cierre de Punta Peuco no sólo sería una señal de igualdad ante la ley sino, también, un potente mensaje para el futuro sobre cómo nuestra sociedad debe castigar a los violadores de derechos humanos…