Por Rodrigo Ulloa
Fotos de Juan Pablo Quiroz
Como B.B King. Como Johnny Cash. No sé si fue pensado o mera coincidencia, pero Weichafe fechó su presentación en la cárcel concesionada Santiago Uno justo dos días antes de un nuevo aniversario de la muerte del hombre de negro. La verdad, con nuestro fotógrafo Juan Pablo Quiroz no sabíamos muy bien qué esperar. Ni siquiera estábamos al tanto del tipo de internos que estarían en el show.
Pola Miranda, la gestora del evento, nos cuenta que serán alrededor de 300, en su mayoría primerizos escogidos por comportamiento y por afinidad con la música. Básicamente, los más cercanos al rock.
La sensación de tranquilidad se rompió cuando entramos al penal. En el primer pasillo camino al gimnasio, lugar donde se montó el escenario, se escuchaban gritos que parecían ladridos. Un gendarme nos cuenta que están haciendo allanamientos, algo muy común en la previa de Fiestas Patrias. “A veces hacen chicha con los alimentos”, nos comenta.
Mientras apuramos el paso, un grupo de reos esposados nos miran amenazantes. Claramente no somos de su simpatía ni tampoco somos bienvenidos. La escena no es precisamente de tranquilidad.
Luego de una prueba de sonido de 10 minutos, el trío se concentra en su camarín mientras la inusual audiencia, en su mayoría muchachos jóvenes, va tomando posición en las galerías de un gimnasio.
Cuando finalmente uno de los funcionarios del programa de reinserción social presenta a Weichafe un pelusón de lagalería grita: “guena La Ley”
El hielo se rompe rápidamente con los acordes de “El Rock del Poncho”. Le sigue “Festín de Muecas”, “Sin Dormir”, “Pan de la Tarde” y “Las cosas simples”.
Sin embargo, el momento de mayor comunión llegó con, era que no, “Tres Puntas”. Un puñado de internos cabeceando y otro más bromeando cada vez que Marcelo coreaba guturalmente el “No Pude hablar por tu culpa”.
Uno de ellos saltó de la galería al lugar donde estaba ubicado el trío para tomar el micrófono y pegarse un grito digno de Rob Halford. La hazaña fue celebrada por todos.
Para cerrar “Pichanga”, “Come Together” (¿había sonado alguna vez una canción de los Beatles en una cárcel chilena?) y “Hazme Dormir”.
Por casi una hora los presos dejaron de ser presos. Simplemente una banda frente a un puñado de gente que lo disfrutaba. Queda claro que del rock and roll nadie está libre.
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