Por Javier Sandoval
Debutar, sea en la disciplina que sea, no es una tarea sencilla ni mucho menos algo que se deba tomar a la ligera. Hay que tener en mente que aquel estreno será objeto de comparación con todo lo que los protagonistas de dicha primera acción hagan más adelante. Si bien Rajavana ya había liberado un material –un EP– en 2002, este año sacó a la luz Vol. I (Australis, 2014), su primer trabajo de larga duración, su primera piedra sólida en lo que a discografía se refiere y su debut en el mundo del death/thrash nacional… y vaya qué debut.
La banda compuesta por Apkalus (voz), Vikingo (bajo), Javier, Sebastián y Juan Pablo Hermosilla (guitarras y batería, respectivamente) ha tenido rodaje, carrete y una trayectoria de 17 años a lo largo de los escenarios de Chile y el extranjero. Pese a los casi 20 años en que los santiaguinos no tuvieron en sus manos un trabajo oficial, este álbum debut compensó toda espera posible en base a temas compactos, con sentimientos y amenos para el oído del público.
En Vol. I se pueden encontrar canciones interpretadas con fervor, como “Brutalidad”, en la que se aprecia que la banda siente realmente lo que toca, acto valorable que tiene a la voz de Apkalus como responsable. También hay espacio para temas pulcros, llenos de cambios de ritmo y detalles técnicos como “Rajavana” y “Arabic F.A.Q.”, los que demuestran la calidad musical que tienen los integrantes del conjunto. Además, se pueden escuchar riff bastante pegajosos, como los de Javier y Sebastián en “Vodka” y “Lobo”. Los acordes de estos últimos, debido a la manera en que comienzan, guían al auditor por todo el trayecto de la canción, tal como si transportaran a quien los oye por un camino lleno de compases y melodías en una ruta de death y thrash metal.
En géneros musicales donde el inglés abunda, es bueno escuchar de vez en cuando temas en español, tales como “Alma líquida” y “Carnicería”, los que están cargados de rapidez, letras explícitas y rasgos que ayudan a demostrar la identidad del conjunto (especialmente “Carnicería”, donde la batería de Juan Pablo es realmente aplastante). Así como hay composiciones llenas de velocidad y agresividad en el disco, también hay otras más lentas –pero no menos pesadas– como “My guts”. Esta atrapante canción, recomendada 100% a escuchar con audífonos, está plagada de detalles y momentos fascinantes, tales como la parte donde sólo se escucha el bajo de Vikingo. Punto realmente alto de Vol. I
Tal como un futbolista que debuta con un gol maradoniano ante un estadio lleno que corea su nombre al ritmo del bombo y el papel picado, Rajavana se inscribe con letras mayúsculas en una escena donde lo único que le faltaba era un disco. 40 minutos llenos de una agresividad bastante atractiva, ya que este álbum no llega a ser tedioso. Es más, dan ganas de volver a escucharlo para prestarle más atención a los detalles de algunas canciones. Vol. I justifica todos los años de ausencia discográfica del grupo, dado que recompensa tanto a sus fanáticos como a los mismos Rajavana, quienes deben estar orgullosos de su trabajo.