El día de los muertos… las culturas prehispánicas de América Central tenían la tradición de recordar con ofrendas, comidas y un ambiente de celebración, la visita de aquellos parientes que habían dejado este mundo. Es el culto y el recuerdo a los muertos, a los que partieron, a los que no siguen acá físicamente pero que viven dentro del recuerdo, del amor, del cariño. Es más, entre el 1 y el 2 de noviembre de cada año, en muchos países del mundo creen que aquellos que se fueron vuelven a las casas a visitarnos, a estar con nosotros, a deambular por los pasillos de las casas, por los vericuetos de las habitaciones y los patios.
Es la celebración de la muerte como parte inherente de la vida. En México, por ejemplo, celebran la visita de los fallecidos preparando la casa con aquellas comidas que les gustaban a los seres queridos. Dice el diario azteca “Reforma” que en esas noches, “hay pan, tortillas, fruta, dulces, tamales, mole y también vasos de agua, por si llegan con sed y flores anaranjadas y moradas, ¡ah! y papel «picado», que es papel china de colores recortado con formas de calaveras bailando, casándose, vendiendo pan, tomando cerveza y casi haciendo cualquier cosa que te puedas imaginar”.
Es la celebración de la muerte como un día dedicado al respeto, al amor, al orgullo por el legado y de profunda felicidad. Es sentir a la muerte como un proceso natural y a nuestros muertos, como una presencia que está viva, respirando y sintiendo en el interior de nuestras almas…