Por Javier Sandoval
Fotos: Julian Pacheco – CKConcerts
El sábado pasado, la potente presentación de Exodus cambió en su totalidad los clásicos ambientes que las discotecas –en este caso, la Kmasú– viven cada fin de semana. De ser lugares donde se baila tranquilamente al ritmo de las canciones de moda, pasaron a ser antros poseídos por la bestialidad de las tóxicas melodías de los norteamericanos, las que fueron coreadas y disfrutadas en su totalidad por el público que repletó el local capitalino.
Dos años habían pasado de la última presentación de thrashers de la Bay Area en nuestro país (The Metal Fest, 2012). Pese a no ser mucho tiempo, harta agua corrió por debajo del puente de los californianos, ya que el vocalista que los acompañó desde 2005, Rob Dukes, fue reemplazado por un viejo conocido, Steve “Zetro” Souza, la voz de discos como Pleasures of the Flesh (1987) o Fabulous Disaster (1989), entre otros.
La agresividad que irradiaba Dukes en el escenario dejó varias viudas tras su partida. Si bien el “nuevo” vocalista no transmitió dicha rabia con tal magnitud, sí logró llevar el liderazgo escénico digno del frontman de un grupo de tal peso como Exodus, cosa que se vio reflejada tanto en la retroalimentación público-banda, como en el show de los mismos californianos, el que fue, sin lugar a dudas, una clase magistral de brutalidad y thrash metal de calidad.
Energía masiva
A eso de las 20:30 horas, los nacionales Massive Power subieron al escenario de la Kmasú. Tratar de “teloneros” al grupo conformado por Rodrigo Echeverría y Claudio Osorio (guitarras), Nicolás Briones (bajo), Marcelo Echeverría (batería) y Nelson Muñoz (voz) sería una falta de respeto, dado que los santiaguinos dieron un show aparte. Sus temas, con notoria influencia de conjuntos como Testament o Dark Angel, prendieron de inmediato al público que, en ese momento, llenaba un poco más de la mitad de la discoteque.
El detalle negativo de la presentación de la banda intérprete de temas como “Force” o la homónima “Massive Power”, fue el irregular sonido con que comenzaron, el que, por suerte, mejoró con el paso de las canciones. De todas formas, la presentación del conjunto que este año cumplió 20 años fue enérgica, con mucha conexión entre todos los músicos y con la actitud característica de los grupos thrash under. Se notó que realmente sienten lo que tocan.
La próxima tocata de Massive Power será el 15 de noviembre en el Arena Recoleta en marco del festival under The Final Command, junto a Acrostic, Diabolical Messiah, Ancient y otros. El valor de la entrada, sólo $4 mil.
Comando del metal: ¡Presente!
Tras el fin de la presentación de Massive Power, el público comenzó a pedir a gritos la aparición de Exodus. Mientras las personas coreaban el nombre del conjunto norteamericano, los ayudantes de la banda terminaban con los últimos detalles del escenario: dos cortinas con una especie de zombies caníbales mutantes autoflagelándose, los que, juntos al telón ubicado detrás de la batería, completaban la portada del próximo disco de los oriundos de la Bay Area, Blood in Blood Out (Nuclear Blast, 2014), del que no se escuchó ningún adelanto. Raro si se toma en cuenta que se lanzará al mercado en dos días más.
Un poco pasado de las 21:30 horas, la canción que sonaba de fondo con el fin de amenizar el ambiente se detuvo. Los aplausos y gritos de expectación de los asistentes sólo fueron callados por el sonido de una uñeta que se desplazaba lentamente por las cuerdas de una guitarra. Ahí, justo entremedio de la sonoridad que le daba inicio al primer tema de la caótica jornada, “Bonded by Blood”, tanto Gary Holt, Lee Altus, Jack Gibson, Tom Hunting como el retornado Steve “Zetro” Souza, aparecieron en el escenario, y con ello el desenfreno del cuerpo de todos los bangers.
Ni el humo que salió de un extintor abierto por un asistente al evento, ni el lleno total de la Kmasú fueron motivos para detener la agitación del público. Los mosh generados en “Scar Spangled Banner”, “And Then There Were None” e “Iconoclasm” hicieron que las personas no se pudieran quedar fijas en un lugar. Era casi imposible no moverse, ya sea por querer vacilar al ritmo de las canciones o por la masa humana que no paraba de sacudirse.
El setlist que Exodus presentó en la Kmasú sacó bastantes aplausos entre los fanáticos. Éxito tras éxito, repasaron a cada momento lo mejor de su trayectoria, tal como deben ser las actuaciones de las bandas de peso. La violencia generada en “Metal Command” fue un adelanto –un tremendo adelanto– de lo que seguiría siendo el show. Tanto “Fabulous Disaster” como “Children of a Worthless God” dejaban en claro que ésto no daba para descanso. Cómo se podía descansar, si el concierto continuó con la majestuosa “Piranha”, seguida del desempolvado clásico del primer disco que contó “Zetro”, “Pleasures Of The Flesh”. Tremendo.
El cansancio era algo que se podía ver en los cuerpos sudados y las caras boquiabiertas intentando respirar algo de aire entre tanto vapor. Pese a todo, los asistentes volvían constantemente a la vida cuando escuchaban los potentes riff de la banda. Por ejemplo, en “A Lesson in Violence”, se demostró que el público seguía en pie de cañón y que la pasión puede más que cualquier inconveniente físico. Al terminar el clásico tema del aún más clásico disco Bonded by Blood de 1985, Exodus interpretó una versión thrash metal del tradicional “olé, olé, olé, olé…”, lo que generó diversos elogios de los espectadores que tenían colmado a más no poder el recinto de calle Blanco Encalada.
Después de tocar la coreadísima “Black List” del disco Tempo of the Damned (2004), llegó el momento en que “Zetro” presentó a la banda. Fue un momento en que se demostró la cercanía que había entre el público y el conjunto. El más aplaudido cuando Souza los nombraba fue Gary Holt, quien aprovechó la ocasión para tomarse una selfie con los asistentes al evento como fondo. Acá, tanto Holt como el baterista, Tom Hunting, dijeron que Chile era una de las mejores plazas metaleras del orbe; que somos locos, pero de esos locos apasionados por el metal. También, el mismo Hunting mencionó que le tiene un cariño especial a nuestro país, ya que su mejor regalo de cumpleaños lo recibió acá, cuando Exodus abrió para Iron Maiden en el Estadio Nacional.
El show tenía que continuar, y vaya de qué manera. Una vez terminada la intervención antes mencionada de “Zetro”, Exodus interpretó las movidas “War is my Shepherd” y “The Toxic Waltz” (¡“Toxic Waltz” cantada por Souza!), las que sirvieron para calentar un momento aún más intenso: “Strike of the Beast”. Al instante de escuchar los primeros riff del tema, el público ya sabía lo que venía. La adrenalina y la garra eran más fuertes que el agotamiento que más de alguno pudo haber sentido y más si a la mitad de la canción, Souza pidió el tradicional wall of death. El moderado tamaño de la cancha de la Kmasú no fue impedimento para que el “muro de la muerte” fuera agresivo, tal como debe ser un ambiente thrash.
Después de un merecido descanso, tanto para Exodus como para los asistentes, los californianos regresaron al escenario de la discoteque para tocar su último par de temas: “The Last Act of Defiance” y “Good Riddance” con los que se dio término a un concierto que fue brutal de inicio a fin. Desde la entrada a la Kmasú que en un momento fue enredada, hasta el recital en sí, donde ni el mosh ni el headbanging se detuvieron, ya que el show fue perfecto, salvo por unos detalles.
Uno de los puntos negativos, no sólo de Exodus, sino que del recital en general, fue la mala acústica de la Kmasú, dado que había pasajes del show en que sólo se sentía una masa de ruido acoplada, donde incluso no se diferenciaba una guitarra de la otra. Otro factor fue la salida poco expedita del recinto, producido por la gran cantidad de espectadores que dejaron chico al local; en un momento sólo faltó un guardia de amarillo que dijera “detrás de la línea amarilla, por favor”, tal como en el Metro en horario punta.
Tal vez “Zetro” no tuvo (ni tenga) la agresividad que Dukes irradiaba con sólo mirar fijo a alguien, pero sí mostró carisma, tanto al interactuar con el público como al moverse en las tablas, a momentos incluso con gestos sarcásticos que le dieron un plus a su puesta en escena. Otro punto alto de Souza fue su voz, la que ha sabido mantener a tal punto que los temas de su era en Exodus fueron ejecutados pulcramente.
Lo ocurrido en la discoteque de calle Blanco Encalada fue una verdadera fiesta del thrash, en donde un grupo mostró el poderío de la escena under nacional y otro un arsenal de clásicos que de seguro forman parte de la banda sonora de varios amantes del metal. Si bien el show habría sido más épico con una mejor acústica, esto a la hora de los balances generales no le bajó los méritos a Exodus por la gran presentación que dieron. Los dolores de cuello y espalda, pasan; recitales como éste, jamás.