MALDITO ROCK AND ROLL

El grito primal de Paul McCartney (Parte 1)

Equipo Futuro |

Ernesto Bustos recuerda los meses previos al primer disco solista del Beatle azucarado.

Aprovechando una licencia prolongada por una rebelde lesión en mi hombro izquierdo y como una forma de matar el tiempo de manera productiva, adquirí la biografía de Paul McCartney de Peter Ames Carlin, en el invierno de 2012. De alguna forma tenía que sacarme los dolores y las sesiones de kinesioterapia. Qué mejor, entonces, que la lectura como terapia curativa.

Si a eso agregamos el leer y escuchar música como un todo, el resultado de la ecuación en esta ocasión es el primer disco en solitario de Paul McCartney y algunos pasajes de su biografía, aquella que habla sobre las turbulentas postrimerías de 1969 y los primeros meses de 1970. Fue precisamente en ese momento que Sir. Paul comenzó a fraguar su primera aventura fuera de los Fab Four y a darle una vuelta definitiva a su salida.

20 de septiembre de 1969: Paul y John Lennon se reunían en las oficinas de Apple Records, en Londres, para discutir el futuro del cuartero tras las sesiones de Abbey Road. Había que volver a tocar en vivo y la idea planteada por McCartney de participar en algunos estelares de TV en Gran Bretaña parecieron colmar la paciencia definitiva de John: «¡El grupo  se acabó, me largo!», le dijo a Paul y a Allen Klein, en ese entonces manager de la banda. Así no más fue.

Los rumores del final eran pan de cada día. Y como el autor de «Yesterday» no estaba para el acoso de la prensa, tomó una radical decisión. Casi rogando consiguió un pequeño adelanto de derechos de autor y con Linda, Heather (la primogénita de la pareja) y la recién nacida Mary se dirigieron al norte, a la granja que Paul había adquirido, a 15 kilómetros de Campbeltown, junto al mar de Mull of Kintyre, en el sudoeste de Escocia.

La idea era desaparecer, borrarse del mapa. Nada de periodistas, nada de contacto con la civilización, nada de nada. La hora de ser un «no ciudadano», había llegado. Las primeras semanas fueron un desastre para la familia. Paul, en decadencia producto de la depresión que suponía el final de su banda, se la pasaba días enteros acostado, de mal humor, fumando porros, tomando whisky e incluso sin bañarse. Ni hablar de que tomara una guitarra o componer.

26 de octubre de 1969: Paul dormía hasta tarde. Cuando despertaba no tenía nada que hacer… salvo fumar, tomar y mirar el techo de su pieza. La mañana de ese domingo se interrumpió abruptamente con los insistentes golpes a la puerta. Al otro lado, Dorothy Bacon, periodista de Life, y el fotógrafo Terence Spencer, un veterano de mil batallas que había cubierto una docena de guerras durante su carrera, se encontraban frente a frente con lo que quedaba de Paul en esos momentos.

El relato de aquel desagradable encuentro, Peter Ames Carlin lo inmortaliza de esta forma: «Se oyeron movimientos dentro; luego, sobrevino el silencio. Entonces la puerta delantera se abrió de golpe, dejando a la vista a un Paul McCartney barbudo y desgreñado, que sin duda alguna estaba vivo y también sumamente furioso. Y que blandía el cubo de la basura de la cocina en la mano».

Lo que vino después es de culto. El músico fuera de sí lanzando la cubeta que, por poco impacta al fotógrafo ante la mirada aterrada de la periodista, y un nuevo intento de agresión que ahora sí dio en el objetivo cuando el Beatle desestabilizó a Spencer con un golpe en el hombro y después en el rostro. «Creo que ya no recibiremos más hospitalidad», dijo el fotógrafo a Dorothy Spencer.

Había más todavía. El propósito de la visita de los enviados especiales de Life a Mull of Kintyre era comprobar «in situ» las especulaciones sobre la muerte de Paul, una soberana estupidez inventada por Fred Labour, un estudiante de periodismo de la Universidad de Michigan, quien en base a delirios y fantasías se creó el cuento acerca de su muerte.

Con el principal objetivo cumplido, Dorothy Bacon y Terence Spencer emprendieron el regreso a la civilización. Las fotografías de aquel incidente estaban a buen resguardo hasta que, repentinamente, el Land Rover de Paul interrumpió la marcha de los dos profesionales. Habían caminado 10 minutos y jamás imaginaron lo que vendría a continuación. «Dios mío, ten cuidado, porque ese hombre está loco», advirtió el fotógrafo a su periodista, según el relato de Ames Carlin.

El mundo y los planetas se alinearon nuevamente. Paul McCartney era otro. Pidió disculpas a ambos profesionales en medio del camino y les hizo una tentadora oferta a ambos. Spencer le entregaba la película con el testimonio de su ira incontrolable y el músico accedía a contar su verdad, aderezada con un completo set de instantáneas familiares hechas por Linda en esos días.

El acuerdo se selló con un apretón de manos y el 7 de noviembre de 1969 aparecía el número de Life con el título «Paul sigue todavía con nosotros».

Fin de la primera historia.

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