Es como “Cristóbal Colón llegando a América”… así fue definido el primer aterrizaje de la historia de una sonda espacial en la superficie de un meteorito. La frase es del padre del proyecto, Roger-Maurice Bonnet, un viaje de 10 años y 6.400 kilómetros a través del espacio que concluyó hace pocas horas.
El mundo se maravilló cuando a la una de la tarde y 3 minutos, hora de Chile, el robot Philae se posó en la pequeña superficie de 4 kilómetros de diámetro del cometa 67P. Philae se había desprendido de la nave madre, la sonda Rossetta, para tratar de anclarse, a duras penas, sobre el núcleo helado del cometa. A más de 70 grados bajo cero.
Se espera que Philae tome fotos en primer plano de la superficie irregular, que analice sus gases y la estructura interna de su núcleo. Según explican los científicos, los cometas son los objetos más primitivos del Sistema Solar, una especie de “cajas negras” con los registros de los procesos físicos y químicos que ocurrieron durante la primigenia del Universo, hace 4600 millones de años, cuando se estaban formando los planetas. Es más, podríamos comprobar la teoría de que la vida en la Tierra fue “sembrada” por moléculas orgánicas y compuestos químicos que llegaron a bordo de ellos.
Rossetta emprendió su viaje el 2 de marzo de 2004 desde la Guyana Francesa con la misión de encontrar las claves de la vida. Ocupó las fuerzas de gravedad de la Tierra y Marte viajando dormida los últimos tres años hasta despertar a 100 kilómetros del cometa y luego desprenderse del módulo Phinea para que se anclara en la superficie del 67P… Una proeza de la raza humana que nos asombra, nos enorgullece y nos motiva a seguir creyendo en ella…