En los últimos años, nos hemos acostumbramos a tener, de manera constante, varias bandas de renombre y grandes festivales musicales en nuestro país. Es genial tener cada temporada un Lollapalooza, Metal Fest, Frontera y tantos otros espectáculos, así como también que artistas de la talla de Iron Maiden, Megadeth o Mike Patton pisen con mucha frecuencia los escenarios nacionales.
Debido a aquella alta oferta de música en vivo, nos hemos puesto exigentes. Hambrientos de novedades. Cada día queremos ver a grupos exclusivos, de esos que uno jamás podría imaginar ver en vivo. Por lo mismo, cuando se supo que Devo, una de las bandas ícono de los setenta-ochenta vendría por primera vez a Chile en marco del festival RockOut, no sólo la alegría se apoderó del cuerpo de sus fanáticos, sino que también una emoción sincera, acompañado de un entusiasmo puro y del alma. Ese sentimiento que sólo puede ocasionar el hecho de saber que tu conjunto favorito, ese que esperaste por más de tres décadas, por fin tocaría en tu país.
La primera vez de Devo en territorio chileno llegó con yapa, para la fortuna de sus admiradores, dado que no sólo tocaron en el festival que también trajo a Fantomas, Melvins, Primus y Extremoduro, entre muchos otros, sino que también en un íntimo side show en el Teatro Cariola el jueves pasado. De aquella cercanía generada por un selecto número de espectadores, debido a la capacidad del local de San Diego, los oriundos de Akron, Estados Unidos, llevaron sus amarillos overoles y característicos energy dome (sombreros) al Espacio Broadway. Si bien el espacio era mucho más amplio que el Cariola, no era por ningún motivo comparado con las altas expectativas que tenían todos quienes se reunieron para verlos.
A eso de las 20:20 horas, un video que mostraba escenas de los distintos clips de Devo con un fondo musical bastante ochentero le hizo saber a los fanáticos que la larga espera de más de 30 años por fin llegaba a su final y que aquella triste noticia de cancelación de recital en 2007 era cosa del pasado, ya que en ese presente lo único que les importaba era cantar y moverse al ritmo de “That’s Good” y “Girl U Want”, las dos primeras canciones de la jornada. Eso fue bueno, bastante bueno.
El carisma irradiado por el vocalista del conjunto estadounidense, Mark Mothersbaugh, animó desde un principio a un público de distintas edades. Pese a que la mayoría de los asistentes eran adultos, los jóvenes también dijeron presente en buen número, demostrando que las canciones de Devo son resistentes al tiempo. Sus discos y vinilos pueden estar gastados de tanto ser reproducidos; su legado, en lo más mínimo, tanto que incluso habían niños de no más de 10 años vestidos al más puro Devo-Style.
Las sonrisas y ojos llorosos eran tendencia en muchas personas que no paraban de aplaudir los temas (temazos) clásicos como “Whip It”, quizás el más popular de la banda y uno de los más icónicos de la década de los ochenta, el que hizo que el pasto-tierra del Broadway continuara siendo una pista de baile. Acto seguido, llegó “(I Can’t Get No) Satisfaction”, cóver de los Rolling Stones que fue acompañado por los fuertes colores que reproducía la pantalla led del fondo del escenario.
“Uncontrollable Urge” liberó toda esa actitud punk del conjunto, ya que un incontrolable Mothersbaugh comenzó a rajarles los overoles amarillos a los demás miembros de la banda mientras éstos seguían tocando. La canción terminó con una constante línea de bajo de Gerald Casale, el otro líder de orquesta. Aquella melodía del bajista le dio inicio a “Mongoloid”, otro tema del primer LP de Devo Q: Are We Not Men? A: We Are Devo! (1978), donde el cantante de los de Akron se movía, tal como una porrista, de extremo a extremo del escenario con dos pompones naranjos, los que acabó lanzando teniendo –sin querer– como objetivo el baterista, Josh Freese, algo que sacó risas entre ambos involucrados.
Una pregunta: ¿Cuántos años tienen los miembros de este grupo? Las respuestas pueden ser dos y ambas igual de correctas: “58” (edad promedio, donde el mayor tiene 66 y el menor 41) y “da igual, ellos son Devo”. Pese a que el tiempo ha pasado por los cuerpos de los músicos, a la hora del show y de plasmar una entretenida puesta en escena, éste no se nota para nada. Están como el vino. Así, con un conjunto en pie de cañón, llegó el momento de uno de los temas más coreados del recital, “Jocko Homo”, el que liberó aquel “We are Devo!” que muchos querían sacar de su garganta en 2007 y que recién ahora (y en el Teatro Cariola) pudieron soltar. Gran interpretación, donde los rítmicos pasos de Gerald Casale y el guitarrista, Bob Mothersbaugh, animaban y entretenían incluso a quienes no conocían mucho a la banda.
Pese al frío y al viento que corría en el Espacio Broadway, los asistentes no se quejaron para nada, y es que ¿cómo reclamar si las canciones de fondo eran “Smart Patrol/Mr. DNA” seguida de la grandiosa “Gates of Steel”? Imposible, y menos si –después del encore y de un cambio de atuendo– el grupo emblema del new wave, post-punk y cultura pop ochentera tocó “Freedom of Choice” y “Gut Feeling (Slap Your Mammy)”. Realmente, el debut de los estadounidenses era de antología.
Antes de que Devo tocara lo que –muchos pensaban– sería lo último de la noche, Gerald Casale presentó a la banda, mencionando y homenajeando a su hermano, Bob Casale, quien murió en febrero de 2014, siendo sucedido por Josh Hager. Justamente a “Bob 2” fue dedicada la hermosa “Beautiful World”, dándole así, supuestamente, fin a la presentación de los de Akron.
Al terminar el tema del disco New Traditionalists (1981), algunos asistentes comenzaron a irse a otros escenarios, dado que el grupo ya no estaba sobre las tablas y, por medio de las pantallas gigantes, se anunciaba a los siguientes artistas del festival. Afortunadamente para quienes jamás dejaron de creer en la devo-lución, el conjunto volvió para tocar la última canción del concierto, precisamente la que más estaba siendo pedida: “Peek-A-Boo!”, la que originalmente no estaba en el setlist y que de paso fue la única variación en relación al show que dieron el jueves pasado en el Teatro Cariola.
Las despedidas no siempre son agradables y menos si uno le dice “adiós” a quienes esperó por tanto tiempo. Tal vez muchos pensaron que morirían sin poder ver a este quinteto ícono de la cultura pop en nuestro país, pero no fue así. Es más, todos los años de espera fueron recompensados de la mejor manera posible: con los contagiosos ritmos de aquellos teclados que definieron una década y con la música que ayudó a crear una propia identidad. Mothersbaugh y compañía no sólo regalaron energy dome, pelotitas saltarinas, parte de sus atuendos y clásicas canciones, también entregaron alegría, la que se convirtió en nostalgia y luego en una grata emoción. They are Devo; nosotros somos sus devotos.