Es Navidad… los cristianos lo sienten como uno de sus principales festejos, el nacimiento de quien creen es su Mesías, el hijo de Dios, el que envió a la Tierra a pregonar la palabra sagrada y salvar a la humanidad del pecado mostrando su camino de virtud… Es Navidad pero en Occidente, el sentido puramente religioso ha sido sincretizado por la modernidad en forma de consumo, de marketing, de oferta y demanda. Tenemos un Viejo Pascuero bajo el diseño de un ser de bondad que entrega regalos y que fue invento de la Coca Cola; también vemos un mercado que se frota las manos en la fecha de mayores ventas del comercio y, en nuestro Palacio de Gobierno, luce un pesebre de 16 millones de pesos que podría ser una burla al sentido republicano o un aprovechamiento político para captar al votante mayoritariamente cristiano.
Pero más allá de las creencias o agnosticismos, esta fecha que desde la antigüedad se celebraba en el Hemisferio Norte como el Solsticio de Invierno, es una gran excusa para festejar las cosechas, el nacimiento de lo sembrado, la algarabía al esfuerzo que se hizo cuando el sol estaba más débil y el invierno más oscuro y poderoso. }
La Navidad la entendemos como la fiesta de los niños alegres, de los obsequios entre personas que se quieren o se respetan. Un día del año para volver a confiar en las utopías o revitalizar la fraternidad del ser humano…