PUNTERO FANTASMA

Fortín Mapocho, un estadio en pleno centro

Felipe Pumarino |

Una de las pérdidas más tristes para el desarraigado fútbol chileno fue el Estadio de Carabineros. Apenas a doce cuadras de la Plaza de Armas, era un lujo para los viejos peloteros. Un fin de semana cualquiera tomabas un café en el centro, subías a la liebre y en 10 minutos estabas disfrutando de la pichanga; acabado el partido, te devolvías a pie junto a la hinchada que se iba desgranando por las calles céntricas aún no seccionadas por las autopistas.

El estadio policial estaba en la ribera del Mapocho, en lo que entonces se conocía como Parque Centenario. Hoy es la esquina nororiente de Av. Balmaceda con Cumming, donde languidece una feria persa enquistada en el Parque de los Reyes. El estadio ocupó uno de los tantos terrenos baldíos en medio de las vías férreas que entonces unían a la Estación Mapocho con la Estación Central y el ferrocarril a Valparaíso.

Construido en 1923, acogió al principio al Brigada Central. Este equipo -una rareza de nuestra historia futbolística- fue fundado en 1920 para representar a la policía fiscal en los torneos amateur. Tuvo buenas campañas durante esa década; al militarizarse, la propia institución comenzó a mirar con recelo el contubernio entre uniformados y civiles jugando de pantalón corto. Al cabo, el rebautizado Deportivo Carabineros de Chile fue disuelto en 1930.

Para hacerse una idea, el Estadio de Carabineros se parecía un poco a Santa Laura. En sus tablones podía recibir con alguna comodidad a unas 12 mil personas sentadas casi al lado de la cancha, separadas de los jugadores apenas por una modesta rejita de palo con alambre donde se apoyaban las bicicletas: los partidos se veían bien y era fácil intercambiar pullas con los players más pataduras. Sus características más distintivas eran su techito en la platea y un enorme portal en medio de su tribuna oriente.

Como ningún club profesional era su dueño, el recinto fue perdiendo su nombre original para ser apodado Fortín Mapocho y durante 22 años acogería a todos los equipos de la capital. Ahí la U se estrenó en el fútbol rentado, se jugaron clásicos universitarios y entretenidas reuniones dobles sabatinas; ahí Magallanes fue tricampeón y Colo Colo se coronó invicto en 1941. Y a mediados de los años ‘30 fue escenario del primer partido nocturno jugado en Chile, cuando 120 mil bujías “iluminaron la noche” para ver una victoria de la Unión Española sobre Colo Colo.

Precisamente los albos, casi sin querer, fueron responsables de que Santiago perdiera ese lujito de tener un estadio de fútbol casi en pleno centro. En junio de 1945, autoridades habían clausurado el recinto por malas condiciones de seguridad; al año siguiente, empeñada en el sueño de la casa propia, la dirigencia colocolina le compró el Fortín Mapocho a la Caja de Previsión de Carabineros con la idea de erigir ahí un nuevo estadio de madera con capacidad para unas 30 mil personas.

Pronto se hizo patente, sin embargo, que el blando terreno ribereño era incapaz de soportar las obras. El proyecto murió luego y entonces surgió el faraónico proyecto de erigir un “estadio monumental” para 120 mil personas en una chacra de Macul. Para comprar esos terrenos, en 1947 la dirigencia colocolina vendió a la Caja de Seguro Obrero las ruinas del viejo Estadio de Carabineros, que años después terminaría de ser demolido para levantar un canódromo.

Fotos: revista Estadio, Memoria Chilena.

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