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Editorial de Freddy Stock, jueves 02 de abril.

Ladrones… ese es el calificativo de quien se apropia de algo que les es ajeno, de lo que hurtan aquello que les corresponde a otros. Es un delito, la manifestación de la más baja estofa. Finalmente, el Caso Penta y sus aristas, está tras la búsqueda de supuestos ladrones. Los fiscales quieren comprobar la existencia de sujetos que amparados tras sus escudos conquistados desde la elite, desde el poder, desde el dinero, le robaron dinero a todos los chilenos para financiar parte de la política nacional.

Los fiscales desentrañan una madeja donde habría parlamentarios corruptos que aceptaron esos dineros robados a cambio de granjerías, de vueltas de mano, de leyes en beneficio de esos potenciales ladrones. Y, además, los fiscales podrían determinar que hay gente de izquierda que aceptó dineros robados a los chilenos por una empresa que controla el ex yerno de Pinochet. Imagínense a socialistas recibiendo dinero robado de uno de los hombres poderosos gracias a la dictadura que derrocó a Salvador Allende. Y que violó derechos humanos y quitó la vida a miles de sus compañeros de partido.

Son las verdades que podrían quedar al descubierto por los fiscales. La comprobación de un sistema podrido hasta sus cimientos más íntimos, los cimientos éticos, donde el dinero se hace más fuerte que la sangre de los que se fueron.

El Caso Penta entra en un camino de muchas sombras. De una institucionalidad erosionada, de estructuras carcomidas. Parodiando al mito cristiano tan celebrado en estos días, hay un sistema y un grupo de sus protagonistas que deben ser sacrificados. Y sobre esa muerte, trabajar por el surgimiento de otro orden. Uno donde los ladrones no puedan comprar ideologías, donde el dinero robado no puedan comprando conciencias…


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