El sábado 3 de abril de 1982 se jugó en Collao un partido que tardó demasiado. 15 años, para ser más precisos. Por la cuarta fecha del Torneo de Apertura, Fernández Vial y Deportes Concepción empataron a cero. ¿Una lata? Para nada: el match fue una batalla campal.
Así lo describió el diario El Sur: “Ante los 18.125 espectadores controlados que llegaron hasta el Estadio Municipal, ambos cuadros igualaron 0-0. El choque terminó con cinco expulsados (Carlos Durán y Nelson Acosta, en Vial; Miguel Gutiérrez, Marcelo Figueroa y David Godoy, en Concepción) y un carabinero herido producto de los proyectiles que las barras le arrojaron al árbitro Ricardo Valenzuela”.
El resultado, sin embargo, no fue salomónico. Ambas escuadras se fueron para su casa con 0 puntos, según dictaminaba el reglamento de ese torneo (que castigaba los empates sin goles). Las victorias por 4 tantos o más, por cierto, recibían una bonificación de 1 puntito extra. Estos extraños sistemas de puntuación fueron norma en las Copas Chile de los años 80.
Pero volvamos a la guerra en el Bío Bío. Para explicar la tirria entre los clubes penquistas hay que remontarse hasta 1966. Tras la aceptación del fusionado Deportes Concepción Unido en el profesionalismo, el pobre Fernández Vial había quedado botado en insulsos torneos provinciales. Cada año presentaba su postulación a Segunda; siempre era rechazado por una Asociación Central de Fútbol (ACF) enceguecida en su política de “un club por ciudad”, sin importarle si la ciudad tenía 15 mil o 400 mil habitantes.
Entre los fieles hinchas vialinos -representantes de un club que se define como “sindicalista y obrero”- se fue incubando durante los años ‘70 un sordo rencor contra la dirigencia central, Santiago en general y Deportes Concepción en particular, juzgado quizás injustamente como un club “oficialista” y “apernado” que había logrado sus éxitos iniciales gracias a una decisión de secretaría.
Hasta hoy se acusa a dirigentes lilas de haber hecho intenso lobby para impedir los intentos del Vial para ser elegido a dedo por la ACF para entrar al profesionalismo (como durante esa década ocurrió, por ejemplo, con Arica, Iquique, o más tarde con los clubes de la X Región). De hecho, consta que en 1979 el directorio llegó a votar el ingreso de los ferrocarrileros a Segunda: sin embargo, la postulación de un club considerado unánimemente como “muy popular” sólo recibió el apoyo de Huachipato, Naval y Lota Schwager. “Las sospechas -y algo más que eso- cayeron sobre otro cuadro de la zona que, cosa curiosa, optó por postergar las aspiraciones de un vecino que podía restarle adeptos”, escribiría años más tarde en la revista Deporte Total.
Al cabo, los aurinegros sólo podrían llegar a 2ª ganando su cupo en cancha, al convertirse en 1981 en primeros campeones de la nueva Tercera División. Se cuenta que durante todo ese año el Regional penquista pasó lleno y que incluso en algunos partidos -amateurs, cabe recordar- quedó gente afuera.
Así se gestó el choque de trenes que significó en 1982 el violento estreno del clásico penquista. Tanta era la rabia acumulada por el Vial que en su seno nació quizás la primera barra brava chilena, los “Chicos Malos”. Ellos y el resto de la masa vialina tuvieron sus días de gloria al final de esa temporada. El 1 de enero del 83 consiguieron la primera victoria oficial por 1 a 0 sobre sus archienemigos lilas. Semanas después el Vial consiguió el título del Ascenso y la hazaña de un inédito paso desde Tercera a Primera en apenas dos años.
Tanta era la gente que llevaba a la cancha y tan fulgurante fue su irrupción profesional, que entonces se pensó que el Club Deportivo Arturo Fernández Vial sería “el Cobreloa del sur”. Pero nada de eso pasó. Con demasiada pena y fracasos a cuestas, hoy la institución nuevamente se embarca en una campaña para volver a jugar a la pelota donde merece y -tal vez mucho más importante- no desaparecer para siempre.
Fotos: Deporte Total.