Desde el estreno del profesionalismo, el fútbol chileno ha padecido de arbitrajes mediocres tirando para pésimos. Si algo define al referato criollo en los últimos 80 años es su irrefrenable tentación por beneficiar a los locales, en general, y a los clubes grandes, en particular.
Las batallas campales en la cancha y las galerías generadas por malas decisiones el saquero de turno siempre han sido cosa frecuente. Y cuando no había tele, los robos a mano armada contra los equipos chicos eran regla.
En la foto que abre esta nota vemos una jugada normal de fútbol. Es el campeonato oficial de 1947; juega el viejo Bádminton F.C. de Santiago contra Colo Colo en Santa Laura. El marcador está igualado a 1 y se juegan los últimos minutos de un partido descrito por Estadio como “brillante”.
El forward albo Rojas arremete con claras posibilidades de gol; desde atrás irrumpe el defensa Caballero -quien juega con boina- y logra entregarle la pelota a su arquero Quitral, quien la toma con la mano (entonces se podía). La imagen no admite muchas dudas: una jugada lícita, una salvada casi heroica. ¿Pero qué hace el árbitro Víctor Tapia? Vestido de impecable blanco, cobra un imaginario penal a favor de Colo Colo, que anota en los descuentos el gol de la victoria. Los perjudicados amenazan con agarrar a coscachos al réferi; mientras, la iracunda hinchada badmintina arroja a la cancha todo lo que pilla: frutas de la estación, botellones, pedazos de tablón.
Sin arrugarse, hoy muchos iluminados juzgan a la vieja prensa deportiva chilena como “tibia”. Como de costumbre, no le achuntan ni de cerca.
¿Qué escribió en 1947 el periodista y DT Alberto Buccicardi, quien firmaba como Albudi? Su incendiaria nota titulada “¡No hay derecho!” es una patada en el coxis: “Muchas veces puede aceptarse una interpretación antojadiza de los reglamentos del juego, que perjudique a la postre a uno de los contendores. Pero tanta severidad contra uno de los adversarios no puede aceptarse sino dentro de una mente enfermiza… indigna comprobar la irresponsabilidad de los árbitros de fútbol, resulta inconcebible que en nuestro certamen existan referees de tanta incapacidad”.
Tan desastroso era el nivel del referato que muchos lo apuntaban como directo responsable del bajo nivel de la competencia, los fracasos en el extranjero y la extrema violencia que reinaba en nuestros estadios. Abajo, por ejemplo, consta un amago de invasión de campo de parte de hinchas de la UC, durante un horrible arbitraje en un partido contra Magallanes.
Tan crítica era la situación a fines de los ‘40, que poco después surgió la idea “importar” réferis extranjeros que subieran el nivel y le enseñaran el reglamento – junto a algunas nociones de sentido común- a sus colegas chilenos. Eso ya lo veremos.
Fotos: Estadio.