Por Jorge Lagás
Fotos: Pía Figueroa
Muchas bandas aspiran a tener con sus seguidores una relación semejante a una hinchada de fútbol, pero pocas son las que verdaderamente lo logran. La Renga es una de ellas. Esa naturaleza explica mucho del fenómeno que se da con ellos: su público son “hinchas” del grupo, los siguen a todos lados y los alientan sean cuales sean las circunstancias, con un sentimiento de identificación que ya se quisiera cualquier banda del mundo.
El sábado 23 de mayo fue el reencuentro de La Renga con su fanaticada chilena… o parcialmente chilena, ya que no fue menor la cantidad de buses llenos de rockeros argentinos que llegaron a Santiago para ser parte de la fiesta. Y ayudaron a componer una jornada de mucho cántico, mucha bandera, mucho lienzo, mucha calle y mucha fraternidad. De eso se trata el fenómeno renguero, así lo viven “los mismos de siempre”, como se denominan los devotos del combo trasandino.
Pero también hubo mucha música: los fuegos los abrieron los copiapinos Engranaje, que mostraron su fuerza en su set de apertura centrado en su más reciente disco “Luciérnagas del sol”. Deberían dar más que hablar. El plato fuerte de la noche, La Renga, se tomó más de dos horas para tocar 29 canciones. Entre ellas, el último disco “Pesados vestigios” completo y momentos especiales como la dedicatoria de “El twist del pibe” a Rodrigo Avilés, el estudiante herido en las protestas del 21 de mayo en Valparaíso; y el cierre con “Hablando de la libertad”, uno de sus himnos, entonada a coro por toda la masa asistente.
Más de 7 mil personas fueron las que abarrotaron el debut del Polideportivo del Estadio Nacional como recinto para conciertos. A favor, su buena ubicación, accesibilidad y el buen espacio interior; en contra, problemas de sonido desde galería.
La Renga revalidó así sus lazos con sus fieles locales y de paso dejó nota positiva para un recinto que puede resultar una alternativa interesante para futuros shows en la cartelera.