Análisis hay para todo… ¿Hacia dónde va el Gobierno con su nuevo gabinete? Es la pregunta de fondo que ya tiene una docena de interpretaciones. La primera señala que ha muerto el ímpetu de la Nueva Mayoría en manos del consenso concertacionista; ello, tras la llegada de Jorge Burgos a la jefatura del gabinete y la defenestración de Rodrigo Peñailillo.
Jorge Burgos fue jefe de Gabinete de Enrique Krauss, el primer ministro del Interior de la Concertación y de ahí, no ha parado de trabajar en el “servicio público”. Es el otro símbolo del proceso, uno antagónico al de Peñailillo, es de la vieja guardia, un histórico que ha sido recibido con beneplácito en la Alianza porque creen que –con él- volverá el consenso, el apretón de manos ante la arremetida a raja tablas de un programa de Gobierno.
Otro análisis sobre el cambio de gabinete es uno pragmático y dice que ante la aprobación ya de reformas que desgastaron al gobierno, como la tributaria y al sistema electoral, ahora hay que manejarlas políticamente con nombres frescos pero con muñequeo aprendido en mil batallas.
Conjeturas más, conjeturas menos, el cambio de Gabinete demuestra que la política es un escenario de artistas duros, de esos que se paran ante públicos veleidosos o sin lealtades muy arraigadas. Rodrigo Peñailillo y Alberto Arenas son víctimas de un sistema que parece inmisericorde. La Bolsa repuntó notoriamente con el cambio en Hacienda y Peñailillo cambió los rótulos de hijo político, de candidato presidencial, de símbolo de los Nuevos Tiempos, por el del elegido para ser sacrificado ante las masas. Sacrificado en la plaza pública para que el reino pudiera seguir adelante…
Son cosas de la política que –bien dicen los más duchos en estas lides- es sin llorar ni menos para andar sintiendo remordimientos…