El dedo de Jara… Pasará a la historia como uno de los tantos nudos linguísticos que nos entrega el fútbol, es decir, acciones en la cancha que pasan a representar nuevos significantes de nuestra cultura popular. Como el penal de Caszely, símbolo del infortunio del chileno, momento imborrable que ni el posterior palo de Pinilla ha logrado eclipsar de nuestra memoria colectiva. O el Pato Yáñez, una agresión no verbal directa, mezcla de pueblo y genital, pariente del Fabián Estay, conocido en otras latitudes como el “corte de manga”.
El dedo de Jara tiene un significado en franca evolución. No sabemos aún, por ejemplo, si estará centrado en el protagonista que efectúa la acción o en la víctima que recibe el examen. O sea, y para ponerlo en presente ciudadano, si el dedo de Jara lo recibimos los consumidores de medicamentos o nos lo hicieron los coludidos que fueron amnistiados por la justicia…
Pero lo que sí está claro es que el dedo de Jara nos ha hecho aflorar nuestra peor característica de país isleño que es la de ser depresivos culposos. Vaya cantidad de chilenos que han criticado al jugador nacional creyendo que esta acción -ciertamente burda y chocante en una cancha de fútbol-, es más antideportiva que las decenas de patadas criminales y a mansalva en que incurrieron los rivales uruguayos.
Porque los charrúas se vanaglorian de poseer un temperamento que los ha hecho ganar 15 copas América y otras dos Mundiales. Pero hace tiempo que no saben distinguir entre la gloria de antaño y el lastimero presente. Entre el temperamento que produce orgullo y la agresión de matones que sucumbieron, dedo mediante, ante un equipo que fue claramente superior…