Generación dorada… No me gusta ese calificativo que le ha dado la prensa deportiva a este grupo de muchachos que nos dieron la alegría de una Copa América, esa de ser una “generación dorada” porque es dar por sentado que este logro histórico para nuestro fútbol es sólo fruto de la conjugación de los astros que hicieron nacer –en una misma fecha deportiva- a un grupo selecto de futbolistas.
Yo, más que una generación que encierra la idea de una conjugación fortuita y pasajera, me gustaría pensar que esta Copa América que se quedó en casa es la victoria de una nueva mentalidad, de un rumbo distinto de hacer las cosas, de un contingente importante de buenos jugadores, es cierto, pero insertos en una juventud que ya no le teme a los paradigmas de antaño, a los pensamientos atávicos que nos hacían creer que siempre perderíamos con las potencias deportivas del Atlántico.
Y es un proceso de cambio que –tengo la convicción- empezó con el Chino Ríos, cuando hace una década nos demostró que podíamos dejar de vivir de triunfos morales y coronarnos como el primer país hispanoparlante en tener un número uno en el Olimpo del tenis. Y luego vendrían González y Massú para refrendar nuevas alegrías y orgullos. Pero, también se habló de la generación dorada del tenis y todo murió ahí, como el chispazo de un hermoso fuego artificial.
Se me hace peligroso, por esto, pensar que esto de la Copa América es sólo el triunfo de una generación. Más bien, me gustaría creer que es la cosecha de una siembra que comenzó hace décadas y que tiene varios nombres que con su pasión y talento, ayudaron a pavimentar este camino de victorias que jamás debe dejar de transitarse…