MALDITO ROCK AND ROLL

Opeth en Chile: Nada se pierde

Equipo Futuro |

Recuerdos de un show perfecto en el Teatro Caupolicán.

Por Jorge Lagás
Fotos: Roberto Vergara

Lo habían prometido, este iba a ser un concierto que dejaría contentos tanto a sus seguidores más recientes como a los más “old school”. Y así no más fue. Opeth volvió a Chile con la excelencia que los caracteriza, para tomarse el escenario del Teatro Caupolicán y mostrar su último disco ‘Pale communion’ (2014), pero también para repasar su historia y mostrar de dónde vienen para llegar a ser lo que son hoy.

Los recibió un recinto lleno, que primero vio la muy buena presentación de los nacionales Poema Arcanus. A estas alturas, un emblema del doom metal sudamericano, sin nada que envidiarle a los grandes exponentes internacionales. Sólida actuación, excelente sonido (muchas veces los teloneros palidecen en este aspecto, esta vez no fue el caso) y positiva previa para lo que venía minutos después.

Opeth, finalmente. Arrancaron con ‘Eternal rains will come’ y ‘Cusp of eternity’, dos cortes del último disco, y si alguien tenía dudas de cómo estaría Opeth en esta pasada, quedaron despejadas en pocos minutos: ejecución descollante, sonido impecable y conexión inmediata con este público que ya conocen y que se nota que les encanta compartir con ellos.

La faceta más progresiva, que marca su momento actual, ya había sido mostrada. Al tercer tema abrieron las puertas del infierno y sacaron del baúl el material más intenso de sus discos antiguos, con los toques death metal que puede que ya no estén presentes en los últimos discos, pero siguen siendo parte fundamental de la historia de Opeth. Habían dicho, antes del show, que no quieren dejar de lado esa historia, por eso en los conciertos le dan la importancia que se merece. De hecho, es necesario que esté, para entender la evolución que ha tenido Opeth. Que lo que tocan ahora no es en realidad un “cambio”, sino continuar un camino. En Opeth nada se pierde, todo es parte de un conjunto de cosas.

Fue así como se despacharon al hilo ‘The lepper affinity’ de ‘Blackwater park’ (2001), ‘The moor’ de ‘Still life’ (1999) y ‘Advent’ de ‘Morningrise’ (1996), esta última todo un regalo para los seguidores de más larga data y amantes de esa época más brutal de los suecos. Tanto en estos pasajes como en los más melódicos, hay que sacarse el sombrero ante el baterista Martin Axenrot, un monstruo. Y ya que estamos en eso, aplausos también a los espeluznantes solos de Fredrik Akesson en guitarra, la solidez de Martín Méndez al bajo (que además nos felicitó por la Copa América) y por supuesto a Mikael Akerfeldt, que comanda todo el combo con una voz que se mueve entre lo melódico y lo gutural como si nada.

Así fueron matizando los siguientes pasajes: a veces acústicos, a veces progresivos, a veces más brutales, pero siempre con sus posibilidades a tope, ante un Caupolicán que les celebraba todo a rabiar. Ya llegando al final, algunos cuantos regalos más de los discos antiguos, el amague de despedida con ‘The grand conjuration’ y el regreso al escenario con ‘Deliverance’, para terminar de hacer flipar al respetable. Doce canciones, todas las épocas repasadas, prácticamente sin puntos bajos. En definitiva, lo que fue a buscar cualquier seguidor de Opeth. Misión cumplida y jornada a tener en cuenta a la hora que se repasen los conciertos más destacados de la temporada 2015.

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