PUNTERO FANTASMA

Deportivo La Serena, el primer grande del norte

Felipe Pumarino |

La llegada del Deportivo La Serena al profesionalismo fue espectacular. Asistencias que promediaban 12 mil espectadores le abrieron el apetito a la dirigencia central, que nunca antes había llevado tan lejos a los siempre centralistas torneos nacionales.

Al cabo, los rojos -el granate vendría después, lo mismo que el rebautizo de “Deportivo” a “Deportes”- perderían la definición ante la UC. La regla era que al final de año bajaba un equipo de Primera a Segunda y subía otro en sentido contrario. Y tras décadas de despelote las normas del ascenso por fin se respetaron, lo que fue saludado como un triunfo por una prensa deportiva que comenzó a hacerle ojitos a los potreros.

“En el ascenso se juega de otra manera. Más fuerte, casi con desesperación. Todos se juegan la vida y da lo mismo salir segundo que quinto. No valen ubicaciones honrosas cuando la única recompensa es para el primero”, resumía Antonino Vera al inicio de la temporada 1957. La Serena y Santiago Morning -descendido por primera vez en su historia- asomaban como grandes candidatos de un certamen que se había ampliado al sur con la llegada del Deportivo San Fernando y Lister Rossel de Linares.

Entonces los serenenses dieron el gran golpe. En una transferencia que costó $10 millones -una verdadera fortuna- le arrebataron a Everton al joven seleccionado Carlos Verdejo. Para forzarlo a renovar su contrato, el goleador había sido puesto en la vilipendiada Bolsa de Jugadores (muy similar al draft mexicano) con una cláusula de rescisión estratosférica. Así lo relató Estadio: “Los clubes envían a la Bolsa a los elementos en litigio para retenerlos y no para desprenderse de ellos, como pudiera creerse. Pero La Serena estimó que el avalúo de Verdejo no era desorbitado y dejó al instituto viñamarino con un palmo de narices. Tomando en cuenta sus 21 años, no cabe la menor duda de que se trata de un forward realmente promisorio”.

En efecto, Verdejo era un crack y en La Serena aún es leyenda. Así lo definía la prensa: “Buen chut de ambas piernas, sentido de gol, sensatez y seguridad”. Nunca antes un cuadro de 2ª había protagonizado una operación tan bombástica, vista como prueba de que la temida inflación había llegado al fútbol y que los serenenses estaban dispuestos a todo con tal de lograr el título. De hecho, los papayeros preguntaron por los hermanos Robledo -puestos en la Bolsa por Colo Colo– y habían contratado al arquero Pancho Fernández, quien también llegaría a La Roja.

Sin embargo, el torneo de Segunda de ese año fue disputadísimo; tanto, que hubo fechas donde sólo se registraron empates. Dirigida por Alberto Buccicardi -quien vivía atrincherado en el regimiento Arica- a La Serena le costó un mundo adaptarse a su nuevo estatus de “grande”. En las primeras 4 fechas apenas rescató un puntito, perdería sus dos partidos de local ante el Chago (ese campeonato se jugó a tres ruedas) y sólo al final pudo instalarse cerca de la punta.

Para más remate, casi al final del torneo los rojos sufrieron un golpe terrible. En noviembre, tras enfrentar a San Bernardo Central, Buccicardi notó que el volante Martín Badía lucía extraños moretones en todo el cuerpo. Un examen reveló que padecía leucemia; dos semanas después moriría de un derrame cerebral. Apenas tenía 21 años. En su memoria, la tribuna Andes del estadio La Portada -demolida el 2013- fue bautizada con su nombre.

Al final, los serenenses se sobrepusieron a todo y llegaron a la última fecha otra vez empatados en el primer lugar. El rival esta vez era Santiago Morning; el desempate debía jugarse en una “ciudad neutral”, que acabó siendo Quillota.

En la definición se contabilizaron 8.427 espectadores; miles de serenenses quedaron fuera y otros tantos vieron el match colgados de los árboles o sentados a pleno sol en el mismo pasto de la cancha quillotana. Ganó La Serena por 1 a 0. “Esta aporreada división de nuestro fútbol rentado está cumpliendo su misión, ampliando el radio de acción del popular deporte y llevándolo a campos y ciudades de provincia. El gol de Verdejo definió un pleito nervioso y afiebrado: los bohemios fueron dignos rivales hasta el último minuto. En la tribuna no sólo se escucharon gritos de aliento para el club rojo de cuello blanco, sino también otros que sólo decían ¡Quillota, Quillota! Para los miles de seguidores que habían viajado diez horas para ver la final, esa ciudad quedará amarrada por muchos años a sus más hermosos recuerdos: fue en el campo quillotano en donde Deportivo La Serena se ganó el derecho a militar en el fútbol grande”, remató Pancho Alsina.

Fotos: revista Estadio.

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