Por Javier Sandoval
Fotos: Roberto Vergara / Cristian Medel
Mediodía del domingo. El momento perfecto en que muchos marcharon hacia un lugar que, con sólo ver la fachada, ya arrojaba chispas de divinidad, donde lograron llenar su sed y alcanzaron un estado de placer al compás de canciones cantadas a coro por todos los adeptos: la misa dominical. Por otra parte, un grupo de 40 mil personas asistieron a su propia capilla, una en donde la gente no tuvo más fe, pese a tener al mismísimo cordero de Dios en ella. En que las ganas de asesinar a un tal Felipe pudieron llevarnos fácilmente en una mala senda y donde una energía tan fuerte como la nuclear fue capaz de dejar abajo al mismo sistema.
Los hangares Suricato del ex aeropuerto Los Cerrillos fue el epicentro del Santiago Gets Louder, festival marcado principalmente por el rock pesado con bandas como System of a Down, Faith No More, Deftones, Dorso, All Tomorrows y más. Aproximadamente doce horas de cánticos sacados ni del diafragma ni de la garganta, sino que del lado salvaje que todos llevamos dentro. Ese que no se arrugó al ver cinco mosh pits girando a toda velocidad mientras sonaba “B.Y.O.B.”. Aquel cabeceó hasta quedar con cuello ortopédico al ritmo de “El Espanto Surge de la Tumba”. El mismo que apareció en un festival llevado de principio a fin de buena manera. Ese que vivió una experiencia religiosa cargada de actitud rockera.
Metal chileno en SGL
La crudeza
Después de una exitosa gira europea en marco de la promoción de su último disco, Formula for Anarchy, Nuclear presentó sus cartas ante una respetable cantidad de público. No eran miles, ni tampoco un puñado. Eran los necesarios para generar caos en la pista de aterrizaje de los hangares al vaivén de “Criminal Solicitation”, “Sadistic Method for Crime”, “Belligerence”, además del descontento a las honorables instituciones políticas en clave thrash metal en “F.P.S.C.” y “Apátrida”.
Las nuevas composiciones del conjunto thrash, como “Offender”, Killing Spree” y “Waging War” cada vez se escuchan más compactos en vivo, incluso introduciéndose poco a poco en lo que podría ser un setlist definitivo. “En un comienzo el público no conoce del todo los temas nuevos, pero en la medida que pasa el tiempo los van asimilando y conociendo mejor. Ojalá verlos en un futuro próximo cantar las nuevas canciones con la misma fuerza de los antiguos”, comentó uno de los guitarristas de Nuclear, Francisco Haussmann.
Los 45 minutos que tuvieron para tocar se hicieron cortos, tanto que la gente pidió a gritos otro tema (“Dolo” específicamente). La tarea de abrir un festival no es para nada sencilla, y más si éste parte a las 12 del día. Fue un desafío que Nuclear afrontó con la actitud punk que brota en ellos tras cada tocata, uñeteo y tuca-tuca ejecutado. Santiago Gets Louder no fue la excepción de ello. La fórmula de su propia anarquía sigue arrollando.
La técnica
Seré sincero: nunca me ha gustado mucho el metal progresivo, pero cuando uno ve y escucha un show con el nivel de potencia y calidad que ofreció All Tomorrows, damas y caballeros, hay que aplaudirlo con sinceridad. Pese a tocar en el SGL Stage, un pequeño escenario ubicado dentro de un hangar, el grupo liderado por Pepe Lastarria aprovechó la situación para convertir su recital en algo más íntimo, con una notable retroalimentación entre el conjunto y el público que terminó por repletar y hacer estallar el local.
La presentación de este baluarte del metal criollo tuvo pasajes llenos de dominio escénico por parte de Lastarria con “Apophenia”, “3 Second Eben” e “Immanence”. Otros momentos estuvieron cargados de vigor y aguante, especialmente con los temas que abrieron y cerraron su actuación, “Kismet” y “Dajjal”, respectivamente. Mención aparte para “Undying Seasons” (tremenda ejecución del baterista Pablo Martínez) y “Ophidian Vibrations”, a gusto personal las mejores canciones de su último disco Sol Agnates, y que se lucieron en esta oportunidad.
Cuando uno graba discos ambiciosos y técnicos como lo hace la banda, corre el riesgo de no sonar de la misma forma en directo. Sin embargo, me atrevería a decir que All Tomorrows suena prácticamente igual en vivo, salvo por algunos acoples generados en el hangar. Uno de los grupos más creativos de la escena nacional, que ni siquiera en los momentos de agradecerle la fidelidad a su público dejan de mostrar fuerza. Me taparon la boca.
La locura
La suspensión corporal es el acto de elevarse en el aire mediante ganchos insertados en la piel. Si existe una banda en donde una performance tan dolorosa a la vista como aquella hubiese quedado ad-hoc mientras toca, esa es –y solamente es– Dorso. El conjunto liderado por Rodrigo “Pera” Cuadra fue el encargado de cerrar las presentaciones en el Futuro Stage. Una presentación que, pese a haber sido bastante entretenida, tanto en lo musical como en lo estético-teatral, no contó con todo el público que merecían; muchos veían a Lamb of God.
Una vez solucionada una pequeña traba con una línea de guitarra, el cuarteto tiró toda la carne de chancho mutante a la parrilla con “El Espanto Surge de la Tumba”, “Vampire of the Night” y “Marte Horror Planet”, para luego ser prendida por las llamas generadas por el show de un tipo con ganchos insertados en distintas partes de su espalda y elevado gracias a una polea, mientras sonaba “Horrible Sacrifice”. Fue una escena rica en lo visual. Se podía ver a la distancia como la piel se estiraba por el peso del cuerpo, pero el artista corporal ni se inmutaba. Pudo ser bizarro para algunos, pero generó una ovación acompañada de algunos leves gimoteos por lo que veían. Acto seguido, y en pleno solo del clásico tema “Disco Blood”, dos mujeres fueron alzadas del mismo modo que el sujeto anterior, siendo balanceadas alrededor del “Pera”, tal como si éste fuera un sol de ciencia ficción y cerveza, y las chicas sus satélites artificiales que lo orbitaban.
Tanto el “Pera” como Álvaro Soms, Gamal Eltit y Fran Muñoz estaban en su salsa con aquellas actuaciones. Un recital embellecido con los actos de suspensión corporal y que terminó con “Hidra” sonando a todo volumen. Tal vez no había tanta gente como lo merecía el show brindado, pero tal como dicen por ahí: “Pocos, pero locos”… bien locos.
Be quiet and asesina (a Felipe)
A veces resulta necesario escuchar un poco de música relajante entre tanto ruido, tuca-tucas y gritos guturales. Una especie de pausa a los oídos en un festival enfocado principalmente en los riff más pesados.
Me gusta Cómo Asesinar a Felipes, y me gustan mucho más en vivo. Siento que son un proyecto refrescante, original, único en su estilo, donde cada vez que le prestas atención a su música puedes descubrir algo nuevo. Los tejidos sonoros de CAF presentes en “Un disparo al centro” o “IV” eran la mejor forma de pasar el frío que a esa hora (cerca de la 13:30 hrs) recorría los hangares de Los Cerrillos. No se necesitó saltar en exceso para capear el viento helado. Solamente ellos, a través del calor del color, nos inyectaron la energía necesaria.
Si bien son dos estilos completamente diferentes, el punto de vista con que vi a Deftones fue el mismo con que disfruté a la Operación de los Felipes: dejarme llevar más por las texturas y el ambiente que por el ruido, y aunque a momentos el show de los oriundos de Sacramento fue realmente ruido debido al mal sonido que tuvieron, aquello no inhibió la profunda emotividad que se sintió en todo el Escudo Stage.
No sólo me apelo a los sentimientos brotados por canciones que no necesitan mayor presentación como “Be Quiet and Drive (Far Away)”, “Sextape” o “Passenger”, sino que también por factores externos que influyeron directamente en el show. Cuando Chino Moreno bajó del escenario a cantar “Knife Prty” un fanático le declaró su admiración diciéndole “I love you, man”, a lo que Moreno respondió con un “I love you too”, terminando en un llanto entre emoción y excitación del asistente.
Tal vez para muchos sea sinónimo de risas y burlas, pero ¿habrá algo más lindo que llorar de alegría, y que aquellas lágrimas sean producto de una interacción con tu ídolo musical? ¿Habrá algo terrenal que le quite la sonrisa a esa persona o que lo haga olvidar ese instante? Y formulo otra interrogante: ¿Qué más impresionante puede ser escuchar “Change (In the House of Flies)” viendo una puesta de sol? Sin palabras. Aún no existe alguna que defina aquello.
Perfección. Yes, it’s true
El chiste de “un manjar” estaba en plena UTI de los virales de internet. Todos los programas usaban aquella cuña para todo… ¡absolutamente todo! Tanto que terminaron por volverlo tedioso y, con el dolor de mi alma, aburrido. Pero bastó que Mike Patton dijera dicha frase, tanto en el video promocional al Santiago Gets Louder como en plena canción “Evidence” para cambiar la historia, y de paso crear otra: la de Faith No More como el show más pulcro del festival.
El escenario, al igual que los músicos, estaban teñidos completamente de blanco y una bola de espejos ayudaba a impregnar un ambiente de delicadeza que a momentos pasó a rock and roll, para terminar como una verdadera antología de música en vivo. Además del buen sonido presentado, hay que destacar la variedad del setlist presentado: Desde las clásicas interpretaciones de Angel Dust y The Real Thing hasta las nuevas de Sol Invictus, incluso transitando hacia al pasado con Introduce Yourself de 1987. De todas formas, estas últimas no fueron las mejores recibidas, ya que sólo algunos grupos de seguidores las corearon. Muy por el contrario, canciones como “From out of Nowhere”, “Ashes to Ashes” o “Everything’s Ruined” fueron el éxtasis de muchos. Para qué mencionar la algarabía con la presentación y posterior ejecución de “Midlife Crisis”, la que fue dedicada por Patton “al poeta, filósofo y presentador de televisión, Don Chanchisco Corleone”.
El show fue bueno, bastante bueno en realidad, principalmente por el sonido. De todas formas faltaron temas, y no lo digo por quedar con gusto a poco, sino porque la banda abandonó el escenario unos 10 minutos aproximadamente. Sin embargo ni eso pudo empañar la presentación de Faith No More. Un Patton retroalimentado cien por ciento con el público, además de una notable clase de dirección instrumental por parte del bajista Billy Gould. ¿Genialidad? Yes, it’s true.
Volver a la adolescencia
Con System of a Down me pasó algo especial. Al escuchar los primeros acordes de “I-E-A-I-A-I-O” me sentí de regreso a mi etapa escolar, esa donde me conseguía discos de las distintas bandas que quería conocer por medios de mis compañeros de curso. No era el único. Junto a mí habían miles de jóvenes y adultos que en cada salto, en cada empujón de mosh recordaban algo. Quizás esos recuerdos pasaron a segundo plano cuando el tempo de las canciones se hacía más veloz y la batería de John Dolmayan no dejaba pausa para descansar. Era correr o morir, o al menos caerse y ser recogido en el pogo.
El sonido no comenzó bien. Al igual que otras bandas, la banda también compuesta por Serj Tankian, Daron Malakian y Shavo Odadjian pasó por lapsus de acoples prontamente solucionados, dado que lo que vino después fue una buena interpretación de su repertorio, tapando bocas y mostrando la evolución que SOAD ha tenido en sus shows en vivo.
Treinta canciones tocadas. Treinta que ahora viven en el dolor de cuello y espalda de muchos. Cómo olvidar el descontrol ocasionado en “B.Y.O.B.” y “Chop Suey!”; el coro gigante y unánime que se formó con “Aerials”, “Lost in Hollywood” y “Spiders”, así como el épico final con “Cigaro”, “Toxicity” y “Sugar”, donde la palabra mosh pit queda chica comparada con el tamaño de dichos círculos de baile tribal.
Los aplausos y gratificaciones no sólo fueron del público a la banda, sino que viceversa. Hubo un instante en que el cuarteto quedó plasmado, con ojos llorosos y sonrisa de logro, al escuchar cómo el público nacional coreaba el nombre de la agrupación. Si me lo preguntan, no creo que haya sido mentira, porque todo lo que se vivió ahí fue verdad: desde el sonido, las canciones, las marcas de guerra que aparecerán al otro día en el cuerpo de muchos, como las sensaciones de que System of a Dowm tocó y triunfó, y con ello nosotros, porque somos uno mismo.
Si hubiese podido elegir un súper-poder, entre todos los existentes en el imaginario de los comics, habría escogido el de multiplicarme. No vamos a descubrir recién en Santiago Gets Louder que hay buenas bandas, y de estilos similares, que topan en horarios. En esta ocasión los choques fueron Dorso con Lamb of God, Nuclear con Recrucide y Deftones con Alain Johannes.
Tras el show era cosa de mirar alrededor de uno mismo para notar que las caras de cansancio empapadas de sudor se convirtieron en tendencia. Sin embargo, todas escondían una sonrisa profunda. La organización del concierto fue redonda. Las bandas tocaron a la hora que tenían que hacerlo. El sonido, salvo algunos casos (y bastante pequeños), estuvo bastante bueno. El único hecho que amargó el término para los asistentes fue el salir de los hangares y esperar la micro que se demoró un siglo en pasar. Sin embargo, en el momento en que todos llegaron a casa y cerraron sus ojos para dormir, sólo una idea rondó por sus cabezas: la de una jornada para el recuerdo, donde la pasión del rock se vivió por doce horas que serán recordadas siempre que alguno de los asistentes escuche un tema interpretado en el Santiago Gets Louder y reviva aquella experiencia religiosa. Salud por todos ellos.